martes, 13 de enero de 2015

Amanecer y Ocaso

Algunas de las lecciones más profundas de la vida pueden recibirse en los lugares menos esperados, si tan solo nos tomamos el tiempo preciso para mirar a nuestro alrededor y ver con nuestros corazones tanto como con nuestros ojos.
Un día, mientras viajaba hacia el trabajo, presencié uno de los más espectaculares amaneceres de mi vida. Una de las ventajas de mi viaje diario era la oportunidad de ver al sol salir y ponerse en el esplendor de las colinas de Texas. En aquella particular mañana, me tomé el tiempo necesario para detenerme en la cima de una colina y observar el cambio de colores, mientras el gran cuerpo celeste se asomaba sobre el horizonte y florecía en toda su gloria, imposibilitándome mirar directamente sus cegadores rayos. El recuerdo de aquel amanecer me acompañó todo el día.
Al dirigirme a casa por la tarde, iba anticipando particularmente la puesta del sol. ¡No fui decepcionado! No solo observé aquel ocaso, también lo experimenté. Tuve una vista panorámica de él mediante los espejos retrovisor y lateral del coche, además de mi vista en dirección al noroeste. ¡Qué vista tan hermosa e impresionante! Una vez más, detuve el coche para aprovecharme de la espectacular puesta de sol. Estando sentado observando los siempre cambiantes colores, me di cuenta de que lágrimas de puro gozo corrían por mis mejillas. Sin embargo, lo mejor estaba todavía por venir en aquella forma de luminiscencia. Mientras los brillantes y vibrantes colores del ocaso comenzaban a desvanecerse en los más hermosos colores pasteles, mezclándose y combinándose en colores inimaginables, me di cuenta de que Dios me había concedido uno de los más grandes regalos de toda mi vida: una vista de la vida de comienzo a fin.
La verdadera belleza de la vida reside en el hecho de que no fuimos derramados en un molde específico, hechos con un patrón de vida predeterminado e inalterable. Fuimos creados como individuos únicos, pero con libre albedrío para tomar decisiones que moldeen nuestras vidas. Entonces, esperamos, hasta hallar el valor de vivir con las consecuencias de esas decisiones.
He aprendido que al enfrentarme a los desafíos desarrollo músculos morales, espirituales y mentales que me preparan para la siguiente tormenta. No puedo imaginar nada que sea menos provechoso que una vida vivida sin el beneficio de pruebas y dificultades que nos preparen para las crisis que han de venir.
Cuando llegue el ocaso de mi vida y vea el rostro de mi Señor, contemplaré, por vez primera, aquel amanecer pero en la gloria. Al mismo tiempo, los seres queridos que dejo atrás estarán viendo mi luminiscencia. Es mi deseo que, cuando me llegue ese momento, ¡sea un tiempo de celebración de mi vida que nunca acabe! Ninguna canción triste… ¡sólo canciones de Victoria!
Bendito sea el SEÑOR, Dios de Israel, desde la eternidad hasta la eternidad. Amén y amén. Salmo 41.13
Antes que los montes fueran engendrados, y nacieran la tierra y el mundo, desde la eternidad y hasta la eternidad, tú eres Dios. Salmo 90:2

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