El temor se disfraza de muchas maneras, comienza de forma sutil, como una pequeña duda o algo de inquietud; después viene en forma de inseguridad y desánimo, para luego hacerte creer que eres incapaz, logrando que abandones el camino a la meta que tú mismo te habías trazado.
Puede ser el caso de que ya comenzaste a recorrer el camino que te lleva a la realización de tu deseo, pero mientras caminabas te topaste con alguno de tus miedos que te hizo dudar sobre seguir adelante o detenerte, que te hizo pensar si realmente eres bueno para llegar a esa meta que aunque cercana, por algunos momentos ves alejarse.
Todos hemos experimentado el sentimiento de temor y la mayoría de las veces, surge cuando llevamos recorrida ya la mitad del camino. En algún momento hemos temido obtener un resultado inesperado o simplemente, nos cansamos de caminar sin saber qué nos espera al final del recorrido. Pero si dejamos que la duda o el temor se apoderen de nosotros, ¿cómo sabremos lo lejos que podemos llegar?
Pero cuando ponemos nuestra confianza en Dios, el temor desaparece; pues confiar en Él nos da la seguridad de caminar confiadamente, nos hace sentir más cerca de la meta, y nos motiva a mantenernos en la lucha, a no dudar de nuestras capacidades porque es Él mismo quien nos capacita.
No desaproveches el potencial que hay en ti por las ideas negativas que el temor te haya provocado. Aunque las probabilidades sean pocas, o hayas recibido un augurio desalentador, recuerda que Dios es quien tiene la ultima palabra; solo Él sabe lo que está por venir y si estás confiando en Él, puedes estar seguro que siempre serán resultados favorables.
Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice:
“No temas, Yo te ayudaré”
Isaías 41:13
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