“…PRESENTAOS VOSOTROS MISMOS A DIOS… Y VUESTROS MIEMBROS A DIOS COMO INSTRUMENTOS DE JUSTICIA” (Romanos 6:13)
Rendición es una palabra nada popular; evoca ideas como admitir la derrota o como abandonar el juego. En el mundo de hoy donde ganar lo es todo, la rendición es impensable. No obstante, es lo que más falta hace para la vida cristiana por dos razones:
(1) Por no confiar en Dios lo suficiente
Rendición es una palabra nada popular; evoca ideas como admitir la derrota o como abandonar el juego. En el mundo de hoy donde ganar lo es todo, la rendición es impensable. No obstante, es lo que más falta hace para la vida cristiana por dos razones:
(1) Por no confiar en Dios lo suficiente
No te rendirás a Dios si no confías en Él, y no confiarás en Él si no estás convencido de que Él te ama. Si quieres saber lo que Dios siente por ti, mira a Cristo con sus brazos extendidos en la cruz, diciéndote; “Te quiero tanto como esto”.
(2) Por no admitir nuestras limitaciones
(2) Por no admitir nuestras limitaciones
Un segundo obstáculo para la rendición total, es nuestra incapacidad de admitir que nosotros no estamos en el cargo total. “…seréis como Dios…” (Génesis 3:5b). Nuestro deseo de “control” es la causa de tanto estrés en nuestra vida. Aceptamos nuestra humanidad de forma intelectual, pero no en la realidad. Y, luego, cuando afrontamos algo con nuestras propias limitaciones, reaccionamos con ira y resentimiento. Queremos ser más altos o más bajos, más inteligentes o más fuertes, más dotados, más guapos, o más ricos. Queremos tenerlo todo y hacerlo todo, y nos trastornamos cuando esto no ocurre. Y cuando nos damos cuenta que Dios ha dado atributos a otros que nosotros no tenemos, respondemos con envidia, celos y auto-compasión.
¿Cuál es pues, la respuesta? Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23). Rendirse a Dios es algo que debemos hacer cada día,... ¡y a veces cada hora!
¿Cuál es pues, la respuesta? Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23). Rendirse a Dios es algo que debemos hacer cada día,... ¡y a veces cada hora!
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