Hacer la obra del enemigo es fomentar una forma de ver la vida que no va según los principios eternos de Dios.
Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: !Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Mateo 16:23
Después de leer el texto anterior, ¿puede usted imaginarse cómo se sentiría alguien si en la iglesia lo reprendieran de esta manera? ¡Qué sorprendido debió haberse sentido Pedro, al ver que la expresión de sus buenos deseos hacia el Hijo de Dios, despertó una respuesta tan violenta por parte de Cristo! No hay duda de que Jesús tenía autoridad para reprender a Pedro y que estaba justificado por lo que hizo. Sin embargo, no deja de chocarnos la escena que nos describe el evangelista, pues Cristo no usa el nombre de Pedro al reprenderlo, sino el de Satanás.
No todo lo que nosotros consideramos bueno es conforme a la justicia de Dios, aunque con frecuencia, nuestros consejos están acompañados de buenas recomendaciones para los demás.
Nuestra confusión probablemente se deba a que no poseemos la plena claridad de ideas que poseía Cristo, acerca de lo que es el Reino de Dios y el reino de las tinieblas. Nuestro andar en la vida espiritual, se caracteriza más por una confusa combinación de aciertos y desaciertos, que por la confiada expresión del llamado que hemos recibido. Cosas que a nuestro entender, son meras trivialidades, para Cristo son asuntos de un peso y una gravedad absoluta. Sobre todo, no entendemos que nuestro llamado consiste en algo esencialmente diferente a la simplicidad de ser buenas personas. Las buenas intenciones, muchas veces, pueden ser herramientas del enemigo para descarriarnos de los propósitos divinos.
Más allá de estas consideraciones, una lección queda claramente revelada en el "incidente" anterior: que el enemigo puede usarnos para avanzar en "sus" principios y fomentar comportamientos contrarios a los deseos de Dios. Que estemos "en Cristo" no es garantía de que, ocasionalmente, dejemos de hacer un trabajo eficaz a favor del enemigo. Para esta obra no hace falta, ni mucho menos, que estemos aliados con Satanás. Él se sirve de todo lo que puede usar para hacer avanzar las tinieblas. La esencia del pecado consiste, precisamente, en lo que Cristo denuncia en el texto: "no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres". Es decir, hacer la obra del enemigo es fomentar el auge en uno mismo y en los demás, una forma de ver la vida que no es acorde a los principios eternos de Dios, sino conforme a la sabiduría de este presente tiempo malo. Precisamente por esto es fácil confundir lo bueno con lo justo. No todo lo que nosotros consideramos bueno va en conformidad a la justicia de Dios, aunque con frecuencia, nuestros consejos están llenos de buenas recomendaciones para los demás.
En el Reino, sin embargo, lo bueno no basta. Abraham y Sara consideraban una buena idea tener un hijo por medio de Hagar. Los Israelitas, arrepentidos por su falta de fe, creían que Dios vería con buenos ojos sus intentos de subir a tomar la tierra por sus propios medios. Los hombres de David consideraban que Dios había entregado en manos de su líder, al rey Saúl para darle muerte. Podemos pensar en decenas de ejemplos, pero en cada uno, las buenas intenciones no eran suficientes para hacer la voluntad de Dios.
Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. Romanos 12:2
No todo lo que nosotros consideramos bueno es conforme a la justicia de Dios, aunque con frecuencia, nuestros consejos están acompañados de buenas recomendaciones para los demás.
Nuestra confusión probablemente se deba a que no poseemos la plena claridad de ideas que poseía Cristo, acerca de lo que es el Reino de Dios y el reino de las tinieblas. Nuestro andar en la vida espiritual, se caracteriza más por una confusa combinación de aciertos y desaciertos, que por la confiada expresión del llamado que hemos recibido. Cosas que a nuestro entender, son meras trivialidades, para Cristo son asuntos de un peso y una gravedad absoluta. Sobre todo, no entendemos que nuestro llamado consiste en algo esencialmente diferente a la simplicidad de ser buenas personas. Las buenas intenciones, muchas veces, pueden ser herramientas del enemigo para descarriarnos de los propósitos divinos.
Más allá de estas consideraciones, una lección queda claramente revelada en el "incidente" anterior: que el enemigo puede usarnos para avanzar en "sus" principios y fomentar comportamientos contrarios a los deseos de Dios. Que estemos "en Cristo" no es garantía de que, ocasionalmente, dejemos de hacer un trabajo eficaz a favor del enemigo. Para esta obra no hace falta, ni mucho menos, que estemos aliados con Satanás. Él se sirve de todo lo que puede usar para hacer avanzar las tinieblas. La esencia del pecado consiste, precisamente, en lo que Cristo denuncia en el texto: "no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres". Es decir, hacer la obra del enemigo es fomentar el auge en uno mismo y en los demás, una forma de ver la vida que no es acorde a los principios eternos de Dios, sino conforme a la sabiduría de este presente tiempo malo. Precisamente por esto es fácil confundir lo bueno con lo justo. No todo lo que nosotros consideramos bueno va en conformidad a la justicia de Dios, aunque con frecuencia, nuestros consejos están llenos de buenas recomendaciones para los demás.
En el Reino, sin embargo, lo bueno no basta. Abraham y Sara consideraban una buena idea tener un hijo por medio de Hagar. Los Israelitas, arrepentidos por su falta de fe, creían que Dios vería con buenos ojos sus intentos de subir a tomar la tierra por sus propios medios. Los hombres de David consideraban que Dios había entregado en manos de su líder, al rey Saúl para darle muerte. Podemos pensar en decenas de ejemplos, pero en cada uno, las buenas intenciones no eran suficientes para hacer la voluntad de Dios.
Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. Romanos 12:2
No hay comentarios:
Publicar un comentario