viernes, 14 de noviembre de 2014

Sobrenatural

El Diccionario de la Lengua Española define milagro como un suceso extraordinario y maravilloso, que no puede explicarse por las leyes regulares de la naturaleza y que se atribuye a la intervención de Dios.
Su raíz se encuentra en el latín "miraculum" que significa “mirar”. Algunos llamaban miraculum a aquellas cosas prodigiosas que escapaban a su entendimiento, como los eclipses, las estaciones del año y las tempestades. Así entonces, miraculum deriva del latín "mirari", que significa “contemplar con admiración, con asombro o con estupefacción”.
En la Biblia encontramos muchos pasajes que nos relatan los milagros que Jesús hizo cuando estuvo aquí, en la tierra. Todos nos quedamos asombrados y algunos de nosotros incluso decimos que nos hubiera gustado estar en aquellos tiempos, para presenciar al menos uno de ellos. Pero si analizamos con detenimiento, todo lo que Dios hace diariamente en nuestras vidas, nos daremos cuenta que Él sigue haciéndolos; nosotros consideramos que son hechos cotidianos y dejamos de maravillarnos, de asombrarnos y agradecerle por cada uno de ellos, porque los vemos como algo natural y normal cuando en realidad, se trata del resultado de la intervención de nuestro Creador y no de la simple consecuencia de nuestros actos.
2 Reyes 4:42-44 menciona que cuando Eliseo volvió a Gilgal, no había qué comer en la región, y todos pasaban hambre.
Un día, llegó un hombre de Baal-salisá, que le entregó veinte panes de cebada hechos con harina de la primera cosecha, y además le dio trigo fresco en una bolsa. Eliseo le dijo a su sirviente:
—Dale a los profetas para que coman.
Pero su sirviente dijo:
—¿Cómo hago para repartir esto entre cien personas?
Eliseo le repitió:
—Dáselos para que coman, porque Dios ha dicho: “Ellos van a comer, y aun sobrará”.
Así que el sirviente les dio de comer, y tal como Dios había dicho, sobró comida.
Al terminar de leer estos versículos doy gracias a Dios, porque como dice su Palabra en Hebreos 13:8 “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”, Él no ha cambiado.
Yo también pude experimentar dos milagros similares. El primero, llevaba yo unos días pensando que en el juicio penal que tenía para el 20 de septiembre, debería decir toda la verdad de lo que me acordase de los hechos, pues hacía ya más de 5 años desde la demanda. Aquel día 7 de octubre, 17 días después, domingo, no se me olvidará mientras viva, estaba yo trabajando en el ordenador del culto, y el pastor estaba predicando acerca del apóstol Juan. En eso que se me vino a la mente un versículo de Juan precisamente, que dice “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie viene al padre sino por mí”. Como casi nunca puedo relacionar el texto del versículo con su número, lo busqué hasta encontrarlo. Es Juan 14.6. A los dos minutos, más o menos, cuál es mi sorpresa cuando el pastor dice exactamente el mismo versículo, y pregunta: ¿cómo sigue? Yo, como lo tenía a la vista, dije “nadie viene al padre sino por mí”. Bueno, el caso es que siguió predicando mientras a mí me vino a la mente otro versículo de Juan que dice: “Y hallaréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Por supuesto que lo busqué y hallé. Es Juan 8.32. Y justo otros dos minutos después el predicador dijo exactamente ese mismo versículo. Ya no podía más de mi sorpresa y asombro. Dios me estaba diciendo precisamente eso, que dijera la verdad de lo que me acordase, y así lo tuvo mi abogado para que mi defensa girara exactamente a ese escrito que le hice. Sólo Dios lo puede hacer, pues la posibilidad de que salgan exactamente los mismos dos versículos, y por ese mismo orden, es de una entre un millón y medio.
El segundo fue en la Nochebuena de 2012. -Navidad-. Acudimos un grupo de unos 15 hermanos en Cristo a celebrar la Nochebuena a nuestra iglesia, donde nos congregamos y, por supuesto, a alabar y glorificar a Jesús en su día. Poco a poco, la iglesia se fue llenando. Después de alabar al Señor, de cantar algunas canciones de alabanza a Él, y después de cenar, nos dispusimos a practicar el juego “mi amigo invisible”. En todas las cenas de Nochebuena lo hacemos, y recuerdo que el año anterior me tocó a mí en suerte entregarle mi pequeño regalo al pastor. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando ese año fue precisamente, el pastor quien me lo entregó a mí!, pero antes dijo que se lo entregaba a un “amigo bastante especial”. Tampoco lo olvidaré.
No sé cuál es la situación por la que estás atravesando estos momentos, pero si sé que tenemos un Padre Bueno, Misericordioso y Poderoso, que si tú le crees, es capaz de cambiar tus circunstancias y suplir todas tus necesidades. Él es Jehová Jireh, nuestro Proveedor y Ayudador; y si permaneces a su lado nada te faltará, ni a ti ni a los tuyos.
No seas de esos que solo ven milagros ajenos, experiméntalos en tu propia vida. Sigue creyendo y confiando en Dios porque jamás te desamparará. ¡No hay límites para su poder!

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