viernes, 14 de noviembre de 2014

Llamados a estar en el mundo

Una oración particular del Señor Jesús, fue que Dios no nos sacara del mundo y nos protegiera del mal. Si salimos del mundo negamos nuestra vocación.
Yo les he entregado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 
No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo.  Juan 17:14-16 

Las palabras del Señor parecen ser, a primera vista, un poco contradictorias. Por un lado afirma que el mundo ha rechazado a sus discípulos, precisamente porque pertenecen a otro reino enteramente diferente. La diferencia en estilo de vida, en valores y en compromisos, todo se conjuga para poner en evidencia las faltas de los que están identificados con este presente siglo malo. El resultado es, para los que están en Cristo, conflicto y persecución.
En la siguiente frase, sin embargo, Jesús le pide al Padre exactamente lo opuesto de lo que hubiéramos pedido nosotros: que no los quite del mundo. Lo opuesto de lo que, instintivamente, haríamos nosotros, porque creemos siempre que lo mejor que le puede ocurrir al otro, si hacerlo está dentro de nuestras posibilidades, es que le evitemos pasar un momento de dificultad. Pero, 
Dios nos ha bendecido para que seamos de bendición a todos los que Él pone en nuestro camino para bendecir. Dios nos ha bendecido para ello.
Cristo aclara en su oración, que los discípulos no son del mundo. Por esta razón, no pretende en ningún momento, que se sientan cómodos en este entorno. A pesar de esto, muchos hijos del Señor están dedicados a buscar la manera de pasarlo lo mejor posible en la tierra, mientras caminan a la eternidad.
Debemos meditar en esta petición que le hizo al Padre: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal." ¿Cuál es la razón de esta petición? El motivo es que hemos sido llamados a cumplir una misión, no en otro lado sino en esta misma tierra donde vivimos. Dios nos ha bendecido para que seamos de bendición a todos los que Él pone por nuestro camino para bendecir. Como el Padre me envió, así también yo los envío ahora a ustedes (Juan 20.21). Esta es una parte esencial del llamado de todo discípulo de Cristo. 

Pero no es posible cumplir este llamado si no estamos en el mundo, precisamente rodeados de aquellas personas que nos rechazan. Debe causarnos tristeza, entonces, ver que la iglesia, en muchas oportunidades, se ha aislado del mundo refugiándose en una serie de programas, cuyo objetivo es bendecir a aquellos que ya han sido bendecidos. Nosotros, los pastores, a veces y erróneamente, imponemos este mismo estilo a los que se convierten, pues nada más insertarse dentro del cuerpo, comenzamos a cortar todos los vínculos externos que tienen con la gente del mundo. Decimos que es para protegerlos de la influencia de los que andan en pecado. Pero lo que en realidad estamos logrando es frustrar la oración de Cristo, que específicamente le pidió al Padre que no sacara a nadie del mundo.
Más bien, debemos buscar la forma para que, estando activamente involucrados en el mundo, Dios les guarde del mal. Esto es lo que pidió Cristo, y no podemos hacer menos que Él. Si salimos del mundo, le habremos dado la espalda a nuestra vocación. Y sin vocación de servicio, no podemos ser discípulos.

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