domingo, 2 de noviembre de 2014

Morir al yo

Luego llamó Jesús a sus discípulos y a la gente, y dijo: El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y del evangelio, la salvará. Marcos 8:34-35 
Frecuentemente escuchamos la exhortación de morir a nosotros mismos para vivir una vida plena en Cristo. Hay un texto muy explicativo de lo que significa morir al yo:
“Cuando se olvidan de usted, lo dejan de lado o lo humillan, y no le lastima ni le duele el insulto o la injusticia contra su persona, sino que da gracias en su corazón, porque ha sido considerado digno de sufrir por Cristo, eso es morir a uno mismo.
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Cuando hablan mal de lo bueno que usted tiene, le niegan sus sentimientos y deseos, ignoran sus consejos o ridiculizan sus opiniones, y usted se niega a permitir que la cólera anide en su corazón y rehúsa defenderse, aceptando la situación con una actitud de paciente bondad, eso es morir a uno mismo.
Cuando usted soporta paciente y amorosamente el desorden, las irregularidades, la impuntualidad u otras molestias similares, cuando se encuentra frente al derroche, la extravagancia, la insensibilidad espiritual y lo sobrelleva como Cristo lo sobrellevó, eso es morir a uno mismo.
Cuando no le complace referirse a sí mismo en las conversaciones, ni presentar una lista de sus buenas obras buscando el reconocimiento de los demás, cuando realmente se siente a gusto en el anonimato, eso es morir a uno mismo.
Cuando usted se muestra contento con cualquier comida, cualquier ofrenda, cualquier ropa, cualquier clima, cualquier compañía, cualquier soledad, o cualquier interrupción por amor a Dios, eso es morir a uno mismo.
Cuando usted ve prosperar a su hermano, ve cubiertas sus necesidades y logra honestamente, regocijarse en su espíritu por el bien que le ha tocado al otro sin sentir envidia, ni cuestionar a Dios, aunque sus propias necesidades sean mayores y más urgentes,… eso es morir a uno mismo.
Cuando alguien con menos estatura que la suya lo reprende o corrige y usted logra someterse humildemente, no solamente por fuera sino también por dentro sin que se manifieste en su corazón, un espíritu de rebelión o resentimiento, eso es morir a uno mismo.”
A lo largo de esta lectura seguramente usted se identificó con alguna de estas situaciones; pero quizá también descubrió que hay otras que no está cumpliendo. Como cristianos debemos buscar menguar cada día, dejar la búsqueda de nuestro beneficio propio para que el carácter de Cristo sea exaltado en nosotros. 
En resumen, morir a nosotros mismos significa morir o renunciar totalmente a ver la vida, pensar, decidir y hacer lo que quisiéramos, para verla desde la perspectiva de Dios y pensar, decidir, hacer exclusivamente lo que Dios dice.
Es hacer a Dios el centro de nuestra vida, entregarle el control, someternos a lo que Él manda en Su Palabra. Solo así podremos ser discípulos de Jesús. 
Pablo escribió a la iglesia de Filipos (Filipenses 3:10-11): “Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección, tomar parte en sus sufrimientos y llegar a ser como él en su muerte, con la esperanza de alcanzar la resurrección de los muertos.” 
Para poder disfrutar de una resurrección en Cristo debemos morir a nosotros….¿Ya ha muerto usted? 
Amado y misericordioso Padre, quiero entregarte cada área de mi vida; pero necesito de tu precioso Espíritu Santo ayudándome a morir cada día más al yo para ser un digno discípulo de mi Jesús. Dame la humidad, la tolerancia y el amor para superar cada prueba que moldeará mi carácter. Por Cristo Jesús, Amén.

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