El otro día tuve una sesión de consejería con un miembro de nuestra iglesia. Hubo en ella lágrimas, pero fue una buena reunión. Este miembro me dijo que yo tenía un don. Algo confundido, le pregunté qué quería decir; él hizo referencia a que todo aquel que habla conmigo suele llorar durante algún momento de la reunión. Claro, hasta la última vez que lo leí, no comprobé que provocar que la gente llore es uno de los nueve dones del Espíritu mencionados en Corintios, pero él tenía razón. Supongo que tiene algo que ver con mi filosofía respecto a la evangelización y consejería. Casi nunca las doy, solo cuando se trata de ciertos casos y la persona es un miembro fiel de nuestra congregación. Por supuesto, cuando se trata de algún caso particularmente difícil, voy a reunirme con él. Básicamente, tengo dos metas cuando tengo una reunión de consejería con los miembros de mi iglesia.
1) Hablar la verdad en amor.
Mi primera meta es llegar directamente al asunto del que se necesita hablar. Está demostrado a través de diversos estudios, que la mayoría de las personas que quieren consejo no buscan respuestas, sólo quieren hablar. Muchas veces, solo por el simple hecho de hablar del tema se sienten mucho mejor. Esa es una de las razones por las que soy selectivo con las sesiones que doy. Generalmente solo doy consejería en situaciones donde hay cosas concretas que deben ser estudiadas y si solo yo puedo ministrar esa necesidad y conocimiento de Dios. Cuando tengo esto en mente, me ayuda a ministrar la verdad en amor. Las Escrituras nos alientan en Efesios 4:15 a hablar la verdad en amor, lo que significa que necesitamos ser honestos en nuestra comunicación con otros.
Aquí hay algunas cosas que te ayudarán, cuando tengas que hablar la verdad en amor.
- Puede que haya un proceso de quebrantamiento. A veces, cuando hablas la verdad en amor, vas a tener que señalar cosas que las personas no sabían que estaban haciendo. Tú, desde una posición de líder espiritual, tienes una visión más amplia de las cosas.
- La verdad duele algunas veces. A menudo, muchos líderes cristianos no dicen lo que necesita ser dicho porque tienen miedo a que las personas se enojen o salgan lastimadas. En otras palabras, el bienestar de esas personas es menos importante que el cómo se sienten mientras les dices la verdad, priorizan esto último. Pero un verdadero líder, interesado en el crecimiento de las personas, hará la cosa correcta sin importar el coste.
- Como líder, tienes la responsabilidad de decir lo que las personas necesitan escuchar, no lo que quieren escuchar. A menudo, las personas buscan, de los que van a decir, lo que ellos quieren escuchar. Como líder debes estar comprometido con decir lo que es necesario que sea dicho.
- No olvides la parte del amor. Es importante recordar que todo lo que decimos debe ser dicho desde el punto de vista del amor. Los amamos lo suficiente como para decirles la verdad cuando necesitan escucharla.
2) Que ellos se vayan en una mejor situación de la que estaban cuando vinieron.
Mi segunda meta en mis sesiones de consejería, es que la persona salga de mi oficina mejor que cuando entró. Es verdad que habrá pesares. Es verdad que habrá algunos tiempos incómodos, pero hasta este momento, puedo decir que mantengo un registro perfecto. Todos los que han venido a mi oficina han salido en una posición emocional y espiritual mejor de la que tenían cuando entraron. Se van con una mejor perspectiva de la situación. Un mejor panorama de la vida, y se van más animados. A veces me ha llevado más tiempo con unos que con otros, pero al final, todos están en una mejor situación que cuando llegaron. Llegan llorando y salen con una sonrisa en sus rostros.
Estas son algunas cosas que te pueden ayudar a fortalecer a las personas que te buscan demandando ayuda:
- Saber cuándo dar respuestas y cuándo escuchar simplemente. Muchas veces hay presión en ser un hombre-respuestas. En pensar que todos los que vienen a ti necesitan que los arregles. La verdad es que no vas a poder arreglar a todos los que acuden a ti. Y tu trabajo no es ese. Ese es trabajo de Cristo. Tu trabajo es animarlos. Por ejemplo, el mero hecho de sentarte a su lado y llorar con él ayuda muchísimo más que sentarme y tratar de explicarles.
- Ayúdales a ver el lado con luz, el lado real de la situación. Siempre hay un lado iluminado en cada situación aunque a veces es muy difícil de ver. Si no se puede decir nada, sabemos que las cosas van a mejorar. Cuando ayudas a que las personas vean que hay esperanza, van a irse mejor de lo que llegaron.
- Cree en las personas de manera honesta y genuina. Trata de creer en las personas de la mejor manera posible. Cree en las personas con las que trabajas. Cree que ellos pueden llevar a cabo sus actividades, que ellos pueden mejorar. Y aún más importante, que sepas que habrá errores y tiempos de restauración como parte del proceso. Las personas se equivocan, pero eso no cambia la opinión que tengo de ellas. Trata de ser el mejor animador o fanático de tus personas. Como resultado, ellas van a confiar en ti.
Bueno, creo que puedes decir que tengo dos dones. Unos es hacer que las personas lloren cuando entran a mi oficina y el otro es hacer que salgan mejor de lo que estaban cuando entraron.
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