Dios nos rescató del reino de las tinieblas cuando nos convertimos a Cristo, para crecer, madurar en la fe y tener la Vida Eterna.
La vida del cristiano debe caracterizarse por el crecimiento, por el desarrollo espiritual. Alguien definió la vida cristiana en tres etapas: Niñez, juventud y madurez para llegar a ser padre espiritual. Cada etapa necesita ser vivida para luego avanzar a la siguiente.
El problema con la niñez espiritual, que la Biblia define como carnalidad, es que si permanecemos mucho tiempo estacionados en ella sin corregir aquellas cosas que al Señor no le agradan, nos perderemos la bendición del crecimiento.
Una cosa es hacer acciones típicas de niño si uno es niño, pero cuando ya se debe vivir como un adulto y todavía hace cosas de niño, nos daremos cuenta de que algo anda mal.
En la vida cristiana sucede lo mismo: Dios nos ha llamado a madurar, a que abandonemos el lenguaje de niños espirituales contaminados con el chisme, la queja, la mentira, la calumnia, las iras y las peleas, y lo cambiemos por un lenguaje lleno del Espíritu Santo. Dios nos ha llamado a que dejemos actitudes de niños, como el guardar rencor, no perdonar, por un corazón perdonador que bendice incluso, a sus enemigos.La niñez espiritual ha sido diseñada por Dios para que solo sea un escalón hacia la madurez y el crecimiento espiritual. Tú, ¿te has quedado estacionado en la niñez espiritual o estás avanzando hacia la madurez?
YO DESEO AVANZAR HACIA LA MADUREZ ESPIRITUAL POR LA GRACIA DE CRISTO.
Perdóname, Señor, por haberme quedado estacionado más de la cuenta en la niñez espiritual. Ayúdame a crecer en tu Camino para que pueda alcanzar nuevos niveles de fe y madurez espiritual. En el nombre de Jesús. Amén.
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