Un día tuve una cita para comer con unas amigas. María, una pequeña ancianita de cabello azulado, como de 80 años, se nos unió, todos juntas, en un grupo agradable. Cuando nos trajeron los menús, todas ordenamos ensaladas, bocaditos y sopas, excepto María, quien dijo: “Helado, por favor. Dos bolas de chocolate”.
No estaba segura de que mis oídos hubiesen captado bien y las otras quedaron realmente sorprendidas. “Y quiero también un pedazo de tarta de manzana”, agregó María totalmente inmutable. Intentamos actuar de manera indiferente, como si la gente siempre lo hiciese. Pero cuando nos trajeron los pedidos, no disfruté el mío. No podía quitar mis ojos de María mientras ella engullía su pastel. Las otras mujeres mostraron su consternación. Eso sí, comieron en silencio y con el ceño fruncido.
La vez siguiente que salí a comer, llamé e invité a María. Almorcé atún. Ella pidió una copa de helado. Sonreí. Y ella preguntó si me divertía.
-“Sí, lo haces, pero también me confundes. ¿Cómo es posible que pidas postres tan ricos, mientras yo creo que debo ser prudente en pedir?
Ella se rió y dijo con disimulado júbilo:
-“Estoy probando de todo lo que es posible”. Intento comer la comida que necesito y hacer las cosas que debo. Pero la vida es tan corta, amiga, que odio perderme algo bueno. Este año me di cuenta lo vieja que era (sonrió). Nunca me he sentido tan envejecida como ahora. Así que, antes de morir, tengo que probar todas las cosas que durante años pasé por alto. No he olido aún todas las flores. Todavía hay muchos libros que no he leído. Hay todavía mucho más helado acaramelado que devorar y papalotes que hacer volar.
-“Estoy probando de todo lo que es posible”. Intento comer la comida que necesito y hacer las cosas que debo. Pero la vida es tan corta, amiga, que odio perderme algo bueno. Este año me di cuenta lo vieja que era (sonrió). Nunca me he sentido tan envejecida como ahora. Así que, antes de morir, tengo que probar todas las cosas que durante años pasé por alto. No he olido aún todas las flores. Todavía hay muchos libros que no he leído. Hay todavía mucho más helado acaramelado que devorar y papalotes que hacer volar.
También hay muchos centros comerciales en donde no he comprado. No me reído de todos los chistes. Me he perdido muchos éxitos teatrales, patatas fritas y gaseosas. Quiero bañarme una vez más en el mar y sentir el rocío del océano en mi rostro. Quiero sentarme en una iglesia del campo, y una vez más, agradecerle a Dios por Su gracia. Quiero untar mantequilla sobre mi tostada cada mañana. Quiero hacer llamadas de larga distancia sin límite de tiempo, a la gente que más amo.
No he llorado en todas las películas todavía, o caminado en la lluvia mañanera. Necesito sentir el viento en mi cabello. Quiero enamorarme de nuevo. Así que, cuando escojo postre en vez de cena, como casi siempre, si muriese esta noche, diría que morí ganadora, porque no me perdí de nada. Satisfice mi corazón. Tuve mousse de chocolate antes de expirar”.
Entonces, llamé a la camarera… -“Cambié de parecer”, le dije. “Quiero lo que ella pidió, solo que me le agrega un poco más de crema batida”.
Vivamos bien, amemos mucho y riamos a menudo… seamos felices. Recordemos que la felicidad no se basa en posesiones, poder o prestigio, sino en las relaciones con la gente que amamos y respetamos. Recordemos que mientras que el dinero habla, ¡el chocolate canta!
Entonces, llamé a la camarera… -“Cambié de parecer”, le dije. “Quiero lo que ella pidió, solo que me le agrega un poco más de crema batida”.
Vivamos bien, amemos mucho y riamos a menudo… seamos felices. Recordemos que la felicidad no se basa en posesiones, poder o prestigio, sino en las relaciones con la gente que amamos y respetamos. Recordemos que mientras que el dinero habla, ¡el chocolate canta!
Demasiada gente vive posponiendo, por diversos motivos, el disfrute de la vida. A veces, pensamos que de alguna forma, controlamos la extensión de nuestra travesía por este mundo…y queremos estirarla al máximo. Pero lo que debemos hacer es disfrutar cada día de lo que el Señor nos ha concedido…y compartir graciosamente lo que Él nos ha dado con los demás, incluido el gozo de vivir.
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