Yo sé a quién he creído. 2ª Timoteo 1:12.
Fue Dios quien lo trazó, y ningún otro camino conduce allá. Jesús lo designa con estas palabras: “Yo soy el camino… nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Nuestros pecados nos impiden el acceso a Dios, y según las exigencias divinas, éstos deben ser expiados mediante un sacrificio perfecto. Entre los hombres no hubo nadie que estuviese sin pecado, que pudiese ofrecerse como víctima expiatoria. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo” (Gálatas 4:4). En virtud del sacrificio de su Hijo, Dios salvó y salva, a los que se reconocen culpables y creen en el Señor Jesús.
El camino es sencillo, pero los hombres quisieron introducir sus propios pensamientos y decían: "Es cierto, Cristo es el camino, pero nadie puede ir directamente a Él, tiene que implorar antes, a los santos. Y luego, tranquilícese, después de su muerte sus seres queridos que estén en la tierra, conseguirán por medio de rezos y ofrendas, que Dios le abra el cielo".
No, la Palabra de Dios rechaza tales razonamientos. “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos” (1ª Timoteo 2:5-6). Y: “Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate” (Salmo 49:7).
Usted hallará la paz con Dios por medio de Jesús, porque “no hay otro nombre… dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
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