Gálatas 6.7-10 dice: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”.
Este pasaje nos recuerda que nuestras buenas acciones nos beneficiarán al final, mientras que lo malo que hayamos hecho a la larga tendrá repercusiones nefastas. Este principio va ligado a la regla de oro, que dice que debemos tratar a los demás como queremos ser tratados. El Señor nos llama a ser bondadosos y respetuosos con los demás, aunque no sean fáciles de amar. Es cierto que esto puede ser difícil cuando una persona nos agravia constantemente, pero si cedemos a nuestra carne y nos vengamos, estamos sembrando semillas de corrupción y a su debido tiempo, cosecharemos conforme a lo sembrado.
Por otro lado, tratar a alguien bien aunque no lo merezca, nos beneficiará. Según la Biblia, debemos “sembrar" para el Espíritu y así cosechar recompensas. Algunos beneficios pueden ser sobrenaturales y desconocidos para nosotros en el primer momento, pero sabemos que la obediencia nos facilitará el perdón, forjará nuestro carácter y desarrollará nuestra paciencia. No importa lo que haga la otra persona, siempre ganamos cuando obedecemos al Señor.
Piense en los conflictos como oportunidades para que los otros sean testigos del amor de Dios en acción. Con su ayuda, usted puede hacer sembrar en ellos, semillas de amor, gozo y paz que producirán una rica cosecha para su propia vida y para la de ellos.
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