domingo, 14 de septiembre de 2014

La disciplina cristiana

Es importante y necesario que todos los seres humanos nos sometamos a una disciplina, que nos apeguemos a ella. Todo el mundo debe tener alguna disciplina en su vida. A la hora de levantarse, su el aseo personal, en su casa, en su trabajo, sus actividades, etc. Se dice que somos disciplinados.
Dios nos da dos disciplinas: una preventiva y otra correctiva. La preventiva es la que oímos en todos los sermones o lecciones. Se nos indica lo que debemos hacer y lo que Dios no desea que se haga. Se dice que si se violan los principios de la doctrina, Dios nos castigará.
El padre que disciplina a su hijo es porque lo ama. Debe no solo castigarlo, disciplina correctiva, sino enseñarle cómo debe ser su forma de vivir. Muchos padres usan la disciplina correctiva, y pocas veces la preventiva. Pero los cristianos debemos oír la disciplina preventiva y saber que si no obedecemos, tendremos un castigo por parte de Dios.
En la reunión de la iglesia, se dice a la hora que se inicia, la actitud que debemos tener al oír el mensaje, que es de reverencia y no distraernos a ser posible, con nada. Guardar silencio al oír el mensaje, reverencia al tomar la comunión etc. La ropa que usamos para venir a la adoración también muestra una disciplina. Adorar a Dios es lo más importante, por lo tanto nuestro arreglo personal debe ser digno.
En cada momento de nuestra vida, seguimos la disciplina de Dios. Pero cuando el cristiano se rebela contra su disciplina, se porta mal en la adoración a Dios y en su vida personal. Si andamos en chismes, en calumnias, no respetamos nada, y ello causa malestar entre los hermanos, entonces se le debe aplicar la disciplina correctiva.
Ananías y Safira tuvieron una disciplina correctiva terrible, fue la muerte por su mentira. En la disciplina correctiva, se debe reprender a los hermanos por su mal comportamiento. Dice 1 Timoteo 5.20: “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman”. Tito 2.15: “Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie”.
También, a estos indisciplinados, se les debe apartar de la comunión. Romanos 16.17: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos”.
1 Corintios 5.11: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”.
2 Tesalonicenses 3.14: “Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence”.
Como cristianos que anhelamos la vida eterna, debemos apegarnos a la disciplina del Señor. Oírla constantemente y aceptarla, para que podamos ser cada día dignos de la gracia y misericordia de Dios.


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