sábado, 9 de agosto de 2014

Perdió su Tesoro

Bajo un sol esplendoroso, un barco de transporte se deslizaba suavemente por el tranquilo mar.
Cerca de la barandilla un pasajero pasaba el tiempo tirando algo al aire y volviéndolo a recoger, algo que centelleaba con extraordinaria brillantez, al ser reflejados en él los rayos del sol. El hombre ponía toda su atención en tan resplandeciente objeto cada vez que lo tiraba. Otro pasajero que le observaba, se acercó y le preguntó:
- ¿Qué es lo que usted tira al aire y lo vuelve a  agarrar?
- Es un diamante. Véalo.
diamantes- ¿Vale mucho?
_ Si, valiosísimo. Fíjese en su color y tamaño. Todo lo que poseo en el mundo lo tengo invertido en este diamante. Voy hacia un nuevo país en busca de fortuna, vendí todas mis pertenencias e invertí el dinero en este diamante para poder llevarlo fácilmente.
- Si es tan valioso como dice, ¿no le parece muy arriesgado tirarlo así al aire sobre la barandilla?, pregunto el compañero de viaje.
- No, no es ningún riesgo. Desde hace media hora lo estoy haciendo.
- Pues podría llegar el momento en que lo tire por última vez, dijo el otro.
El hombre sonrió y volvió a lanzarlo al aire y a recogerlo. De nuevo tiró la preciosa piedra brillante, acariciada por los rayos del sol, pero… esta vez cayó muy afuera. El hombre  alargó la mano todo lo que podía sobre la baranda, pero no pudo agarrarlo. Un leve salto de agua marcó momentáneamente el lugar de su caída. El dueño se quedó atontado por un momento, y luego exclamó, angustiado,
¡Lo perdí! ¡Lo perdí! ¡He perdido todo lo que tenía en este mundo!
Diría usted que nadie es tan tonto, que esta historia no puede ser real. Pero es cierta… y es muy posible que el protagonista sea usted mismo. El mar es el tiempo, y el destino hacia el que viaja es la eternidad. El barco en el que viaja es la vida y el diamante es su alma, con el cual usted está jugando. Ve, pues, la historia de esta manera:
- Amigo mío, le dice el otro pasajero, ¿qué es lo que tiene usted en la mano y con lo que juega tan descuidadamente?
- Es mi alma.
-¿Vale mucho?
- Más que todo lo demás.
-¿No le parece que corre el gran riesgo de perder su alma?
- ¡Ah, no!, no se preocupe, y siguió tirando su alma sobre el océano del tiempo. 
- Pero llegará el momento en que ya no pueda recuperarla. Por mucho que lo intente será imposible rescatarla. Su alma se habrá sumergido en las profundidades de la desesperación y  tendrá que exclamar: “La perdí”, “la perdí”.
Tal será el clamor un día, quizás muy pronto, a menos que ponga su alma en un lugar seguro, bajo el cuidado del Hijo de Dios.
“¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:26.


No hay comentarios:

Publicar un comentario