sábado, 9 de agosto de 2014

Obedeciendo por amor

“Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos”. 1 juan 5:3
A veces escuchamos a los jóvenes decir que los mandamientos han pasado de moda. Por el contrario, Dios nos entregó sus estatutos para que pudiéramos vivir de una manera fructífera, alcanzando la verdadera realización en nuestra vida. Estos mandatos suponen límites para el ser humano al definir lo que le agrada a Dios y lo que no, y cumpliéndolos, viviremos una vida de acuerdo a su diseño.
A muchos jóvenes les cuesta cumplir con el mandamiento de no fornicar, pues muchos de ellos se dejan llevar por sus emociones argumentando que es muy difícil obedecerlo, ya que tienen una gran presión de parte de la sociedad, instándolos a hacer lo que todo el mundo hace. 
Pero Dios sabe lo que sus hijos necesitan. Los padres establecen normas para la crianza de sus hijos, según el caso, más o menos estrictas, pero sabemos que aunque no siempre son agradables, ayudan en el crecimiento. Los padres terrenales saben dar buenas dádivas a sus hijos y las reglas que les dictan, son para establecer una sana convivencia en paz y armonía. De esta forma, se genera un ambiente en el que cada miembro de la familia, desarrolla su máximo potencial. Así mismo, nuestro Padre celestial, en su perfecta sabiduría, ha determinado reglas que deben ser respetadas en nuestra familia, ya que de cumplirlas, redundarán en nuestro bienestar.
Quizá pienses que es muy difícil seguir los mandatos que Dios nos ha dado, pero cuando realmente lo amas, obedecerle no resulta gravoso. La obediencia a la Palabra de Dios siempre traerá bendición a tu vida, pero conlleva renuncias y decisiones valientes. ¿Cómo quieres vivir tu vida, a tu manera o respetando los mandamientos de Dios? Él nos hizo libres, con la capacidad de tomar nuestras propias decisiones, pero al mismo tiempo, nos dio su diseño para que podamos vivir de forma que se agrade de nosotros.

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