domingo, 22 de junio de 2014

Como las espigas

Un joven fue enviado al campo para ver si éste ya estaba a punto para ser segado. Cuando el muchacho regresó dijo a su padre:
-          Me parece que la cosecha será muy pobre, padre mío.
-          ¿Por qué?, preguntó éste.
-          Porque he notado que la mayor parte de las espigas están dobladas hacia abajo, como desmayadas,  seguramente no valen nada.
-          ¡Qué ignorante eres mi pequeño hijo! – le dijo su padre-. Has de saber que las espigas que viste dobladas, lo están  por el peso del grano, mientras que las que están levantadas, rectas hacia el cielo, pueden hacerlo porque están medio vacías.
Así mismo, en la vida de los hombres, cuando alguno levanta la frente orgullosamente, es porque su insensatez lo guía. El hombre sabio en cuanto más conoce, más siente la humillación de lo que le falta por saber.
El hombre verdaderamente noble de corazón no se enorgullece de serlo, porque reconoce que debería ser mucho más humilde.
Una persona verdaderamente sabia entiende lo pequeño que es su conocimiento y lo mucho que aún desconoce; por eso sabe guardar silencio y no anda presumiendo, puede actuar sin alardear y entiende la importancia de valorar a los demás.
Existe mucha gente que, por haber obtenido un certificado, tener una empresa prestigiosa, o lograr el puesto deseado, creen saberlo todo, y miran a los demás por encima del hombro, olvidando que la verdadera grandeza de las personas radica en su humildad. Dios nos manda a esforzarnos y ser valientes y, sin ninguna duda, Él bendice la mano diligente, pero existen personas que creen que todo se lo deben a ellos mismos, a su esfuerzo, a su inteligencia, a su habilidad en los negocios, etc., olvidando que todo lo que somos y lo que tenemos se lo debemos a Él.
Lamentablemente, no son pocas las personas que aunque en tiempo de necesidad buscan a Dios, asisten a sus iglesias, leen la Biblia e inclusive ingresan en algún seminario para estudiar, cuando empiezan a alcanzar sus metas y se sienten exitosos, automáticamente se alejan de Dios y comienzan a enaltecerse. ¡Peor para ellos, egoístas! La verdad es que Dios nunca respaldará un corazón orgulloso.
“Aunque el Señor es grande, se ocupa de los humildes, pero se mantiene distante de los orgullosos” Salmos 138:6 (NTV)
No importa lo mucho o poco que hayamos logrado en nuestra vida, que lo importante es saber reconocer que Dios es el autor de todas las bendiciones, los éxitos y metas alcanzadas, y mantenernos humildes, sabiendo que Él honra la sencillez de corazón.


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