viernes, 23 de mayo de 2014

Te Perdono

Gustavo ya ni se acordaba de por qué se había enojado con su hijo Rodolfo, pero continuaba molesto, y no podía evitarlo. Se sentía muy frustrado con el muchacho. Una y otra vez descargó su ira hasta quedar exhausto, e inmediatamente se sentía culpable por su conducta.
Mirando a los ojos llenos de lágrimas de Rodolfo, Gustavo le dijo: “Hijo, siento mucho haber perdido la paciencia. Estuve mal por haberte gritado y estuve mal por enfadarme por lo que hiciste. Por favor, perdóname”.
Sin dudarlo un instante Rodolfo le contestó: “No te preocupes, papá, ¡Jesús te perdona y yo también!”
Y Rodolfo se arrojó en los brazos de su papá para abrazarle. Se dieron un fuerte abrazo, mientras el bálsamo sanador del perdón se derramaba sobre ambos. Les unía un lazo muy fuerte, capaz de resistir las desavenencias entre padre e hijo; era un vínculo que crecía en su fortaleza, por la fe que compartían. Era como si el crecimiento de Rodolfo, estuviese forzando a Gustavo a reflexionar sobre su conducta y hacer algunos cambios.
Gustavo era muy consciente de que su hijo analizaba cada una de sus acciones, y él quería ser un buen padre. Le pidió a DIos que le ayudara a ser un buen ejemplo. Todavía está luchando con su carácter e impaciencia, pero se ha comprometido a cambiar su conducta. Las palabras de su hijo le alentaron y le hicieron sentirse humilde.
“No te preocupes, papá, ¡Jesús te perdona y yo también! Volvió a escuchar las palabras de perdón de su hijo.
No es cuestión de merecerlo o no, si pedimos perdón lo recibiremos.


Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A El sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. 2 Pedro 3:18

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