Cierta vez, tres hombres se perdieron en la montaña. Después de tres días sin comer, encontraron una fruta. El problema era que no podían alimentarse todos, no era bastante. De pronto, se les apareció Dios. Les dijo que les pondría a prueba y que la salvación de ellos dependería del resultado. Entonces, les preguntó qué le pedirían para solucionar el problema.
El primero dijo: Te pediría que hicieras aparecer mucha comida.
Dios contestó que era una respuesta sin sabiduría, pues no se debe pedir a Dios que aparezcan mágicamente las soluciones a los problemas, sin primero trabajar con lo que se tiene.
El segundo dijo: Te pediría que hicieras un milagro para que la fruta crezca y sea suficiente para los tres. A lo que Dios contestó: No, pues la solución no es pedir la multiplicación de lo que se tiene, ya que el ser humano nunca queda satisfecho y, por ende, nunca sería suficiente.
El tercero dijo entonces: Mi buen Dios, aunque tenemos hambre y somos orgullosos, haznos pequeños a nosotros para que la fruta nos alcance.
Dios dijo: Tu respuesta ha sido la correcta, pues cuando el hombre se hace humilde y se empequeñece delante de mis ojos, verá la prosperidad.
FIlipo II, de Macedonia, el padre de Alejandro el Grande, tenía dos personas a quienes pagaba, para que le sirvieran de una manera fiel e interesante. Uno de ellos debía decirle cada mañana: “Filipo, ¡recuerde que usted es nada más que un hombre!”; mientras que el segundo, le preguntaba cada atardecer: “Filipo, ¿ha recordado que usted es nada más que un hombre?”
Ser humildes e incluir a otros en nuestras oraciones, agradará a Dios. He aquí algunos consejos a practicar:
Conviene no alabarse a uno mismo. “Causa mucho mejor efecto que los demás descubran sus cualidades sin su ayuda”.
Nunca tome el crédito que merece otra persona. “Usted puede adornarse con las plumas de otro, pero no puede volar con ellas”.
Reconocer lo que uno puede y lo que no puede hacer, eso es humildad. “Si usted me preguntara qué es la primera cosa en la religión, yo contestaría que la primera, la segunda y la tercera cosa más importante es la humildad”, San Agustín.
“La mejor defensa que cualquiera puede tener contra las artimañas del diablo, es un corazón humilde. Nada aparta a una persona tanto del alcance de Satanás como la humildad. Además, es difícil caerse cuando uno ya está postrado ante Dios”.
“Revestíos de humildad; porque Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1º Pedro 5:5; Santiago 4:6).
Reconocer lo que uno puede y lo que no puede hacer, eso es humildad. “Si usted me preguntara qué es la primera cosa en la religión, yo contestaría que la primera, la segunda y la tercera cosa más importante es la humildad”, San Agustín.
“La mejor defensa que cualquiera puede tener contra las artimañas del diablo, es un corazón humilde. Nada aparta a una persona tanto del alcance de Satanás como la humildad. Además, es difícil caerse cuando uno ya está postrado ante Dios”.
“Revestíos de humildad; porque Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1º Pedro 5:5; Santiago 4:6).
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