jueves, 22 de mayo de 2014

Libres del pecado

La verdadera libertad es aquella que se gesta en lo profundo del espíritu.
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Hebreos 12:1
La Nueva Traducción Viviente traduce esta porción del texto así: … quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar…. 
La frase, tan fácilmente nos hace tropezar, tiene este sentido: es como si nos encontráramos envueltos en una sábana y nuestros movimientos se volvieran limitados y trabajosos.

Al pecado n
o le resulta problemático entorpecer nuestro andar. Una vez que se sembró la semilla del engaño en el corazón, la vida será dramáticamente alterada. Si observamos lo que ocurrió después de que Adán y Eva tomasen del fruto prohibido, tendremos una idea de lo rápido que se alteró su visión del entorno, incluso ellos mismos. Vieron que estaban desnudos, algo que hasta ese momento no les había avergonzado, e inmediatamente se cubrieron. Dejaron de ver a la otra como una persona confiable, comenzaron a considerar a su pareja como un rival. Tuvieron miedo y decidieron esconderse de Aquel que, hasta ese momento, había paseado con ellos por el jardín del Edén.
El pecado nos seduce por la sutil diferencia que tiene con la verdad.
La facilidad con la que somos seducidos por el pecado es, porque éste se construye sobre sutiles distorsiones de la Palabra de Dios, y no en grandes manifestaciones que contradicen abiertamente su Verdad. Cuánta sutileza empleó el enemigo para dialogar con Eva, para crearle confusión, y después plantar la semilla de la duda en cuanto a la bondad de Dios. Con cuánta sutileza el enemigo se enfrentó al Hijo de Dios en el desierto, para hacerle tropezar. 
Si consideramos la analogía de la carrera que escogió el autor del versículo, recordaremos que la ropa para maratones ha sido especialmente adaptada a esa carrera. Es liviana y escueta. No ofrece resistencia para el atleta. Imaginemos lo que significaría correr la carrera con una falda muy larga o con pantalones abultados. Nadie podría llegar lejos vestido de tal manera, por el esfuerzo que representaría el uso de ropa tan inapropiada.

El salmista describe con eficacia, el efecto del pecado sobre nuestras vidas: Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano (Salmo 32.3-4 - NTV). No podemos darnos el lujo de convivir con el pecado. La confesión debe ser una de las disciplinas que más frecuentemente practiquemos, para estar limpios de todo lo que impide el libre obrar de Dios en nuestras vidas.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario