martes, 13 de mayo de 2014

Fe - Reflexiones

Los campos se secaban, se achicharraban por la falta de lluvia, y las cosechas se marchitaban de sed. La gente estaba ansiosa e irritable, mientras buscaba en el cielo alguna señal de alivio. Los días se volvieron áridas semanas, y la lluvia no llegaba.
Los ministros de las iglesias locales, convocaron a una hora de oración el siguiente sábado, en la plaza del pueblo.
Ese sábado al mediodía, la gente del pueblo respondió en masa llenando la plaza, con sus caras ansiosas y sus corazones llenos de esperanza. Los ministros se conmovieron al ver la variedad de objetos que, los concurrentes traían entre sus piadosas manos: libros sagrados, cruces, rosarios, Bíblias...
Cuando la hora terminó, como si se tratara de un mandato mágico, una suave lluvia comenzó a caer. Las felicitaciones se extendieron entre la multitud, mientras sostenían en alto sus atesorados objetos con gratitud y alabanza.
En el centro de la manifestación, un símbolo de fe pareció ensombrecer a los demás: un niño de nueve años había llevado un paraguas.
“Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Hebreos 11:1
“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.” 
Mateo 21:22
“No me elegisteis vosotros a mí, mas yo os elegí a vosotros; y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca: para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé.” Juan 15:16

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