sábado, 31 de mayo de 2014

Conociendo a Dios y a Nosotros Mismos - Crecimiento Personal & Relación con Dios

Al estudiarnos propiamente, como seres humanos, nuestro mayor problema está en el hecho de que, el ser humano actual no es el mismo que Dios creó originalmente, sino el que se ha desarrollado después de la caída de Adán.
Afirma Martín Lutero: “El hombre se ha vuelto semejante a un árbol marchito, no puede querer ni hacer otra cosa que el mal… El hombre natural no puede querer que Dios sea Dios. Por el contrario, es su deseo que Dios no existiera, y ser él Dios mismo… Por naturaleza, el hombre sólo puede amar a Dios egoístamente”.
Mas si podemos llegar a conocer la esencia de nosotros mismos, es porque Dios nos lo ha revelado en la Biblia, y de una manera especial en Jesucristo, el Postrer Adán (1 Corintios 15: 45). Jesucristo es el Hombre Nuevo, “…creado según Dios en la justicia y la santidad de la verdad” (Efesios 4:24).
La Biblia también nos dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1;27). De esta manera, tenemos un origen, el cual es Dios, y podemos conocernos a medida que vayamos conociendo a Aquél que nos creó. Somos imagen de Dios, una imagen que ha sido desdibujada por el pecado, pero imagen al fin y al cabo.
Decía San Agustín que la imagen de Dios es como la imagen acuñada en una moneda. Con el uso, ésta se gasta y dejamos de ver la imagen, pero está allí porque forma parte de la moneda misma. Así mismo, en la peor persona del mundo está la imagen de Dios. 
Ahondando en el conocimiento de Dios, y según nuestra opinión, para poder realizar un buen trabajo de asesoramiento pastoral, se necesita una buena comprensión de la teología cristiana básica. En este sentido, llegamos a saber que somos criaturas de Dios cuando hemos conocido al Creador. Y podemos conocer al Creador, sólo porque reconocemos el hecho de que somos sus criaturas. Nuestro conocimiento nos dice que si Dios existe, y nosotros somos sus criaturas, es muy baja la posibilidad de que no se ocupe de nosotros. Por eso el conocimiento del ser humano está estrechamente vinculado al conocimiento de Dios, y viceversa. Tanto el conocimiento de Dios como el del ser humano, nos vienen dados por revelación. No debemos confiar demasiado en las facultades humanas.
El Dr. J. B. Rhine afirma: “Es paradójico pero verdadero, que hoy conozcamos al átomo mejor que a la mente que conoce al átomo. Si pudiéramos llegar a obtener, con respecto a la mente, tan solo la mitad de la comprensión que la física ha logrado sobre los elementos de la materia, estaríamos, probablemente, en condiciones de revelar y utilizar principios de tremenda significación para la vida humana y la sociedad”.
El progreso de la humanidad hasta nuestros tiempos, se ha expresado más a nivel horizontal, es decir, en lo científico y tecnológico. Pero en lo vertical, en lo que se refiere a la esencia del ser humano y su destino eterno, poco se ha avanzado. Porque el ser humano no puede subir y descubrir lo ignoto, es Dios quien baja, el que se revela a los humanos. Dios no puede ser contemplado por un telescopio, ni examinado en un microscopio. Es necesario reconocer nuestra debilidad e ignorancia; y a partir de la revelación divina, comenzar a entender que somos criaturas de nuestro Creador.

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