El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Juan 3;36
La posibilidad científica de vida después de expirar físicamente, tuvo, últimamente, un nuevo punto de discusión, cuando el catedrático de neurobiología de la Universidad de Amsterdam, Dick Swaab, afirmó que las experiencias espirituales cercanas a la muerte, son fruto de una anomalía cerebral.
En el documento que contiene esta declaración, asegura que, “la luz al final del túnel", que muchos pacientes aseguran haber visto en el umbral de la muerte, es fruto de la falta de riego sanguíneo en el globo ocular, que les hace perder la visión periférica a los pacientes y, como consecuencia, vislumbran tan sólo una luz en el centro del ojo.
Y acerca de la sensación de “flotar” fuera del propio cuerpo, el neurólogo la atribuye a que una parte del cerebro, “la zona del giro angular, responsable de la sensación del equilibrio, no tiene suficiente oxígeno".
Swaab dirige un equipo de investigación en el Instituto Holandés de Neurociencias. Durante sus investigaciones, provocó la falta de estímulo a la misma zona cerebral en pacientes conscientes, los cuales también experimentaron la idéntica sensación de verse desde fuera, “pero volvían a su lugar cuando acaba la falta de estimulación”.
Mas la opinión de muchos científicos, totalmente heterodoxos, nunca logrará conciliarse con lo que enseña la Biblia, sencillamente porque la Biblia no es un libro científico. Que usted crea o no en la existencia de vida después de la muerte, es un asunto de convicción, de acercamiento a Dios, de experiencia espiritual.
Lo que no admite discusión es lo que dicen las Escrituras: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.” (Juan 3:36. La Biblia de Las Américas)
Si físicamente morimos hoy, emprendemos un viaje hacia la vida que no termina jamás: la eternidad. Hacer ese tránsito es posible cuando creemos en Jesús como Señor y Salvador.
Es un tema trascendental sobre el que debemos pensar. Hoy decidimos dónde pasaremos la eternidad. Si creemos en Dios, la muerte no se convertirá en motivo de temor, porque nos asiste la certeza de que iremos por siempre con el Señor Jesús. Más que miedo, el asunto nos despierta esperanza. Es una forma distinta de ver la muerte.
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