“A Dios le agradezco por mi hijo(a), que no limpia su cuarto pero está viendo la tele, porque significa que está en casa y no en las calles.
A Dios le agradezco por los descuentos en mi sueldo, porque significa que estoy trabajando.
Le agradezco por el desorden que tengo que limpiar después de una fiesta, porque significa que estuve rodeado de seres queridos.
Le agradezco por el césped que tengo que cortar, ventanas que necesito limpiar y tuberías que arreglar, porque significa que tengo una casa.
Le agradezco por las quejas que escucho acerca del gobierno, porque significa que tenemos libertad de expresión.
Le agradezco por la señora que está detrás de mí en la iglesia y que desentona al cantar, porque significa que puedo oír.
Por la cantidad que tengo que lavar y planchar, porque significa que tengo ropa que vestir.
Por el cansancio y los dolores musculares al final del día. Porque significa que fui capaz de trabajar.
Y finalmente le agradezco a Dios por el despertador que suena temprano todas las mañanas, ¡porque significa que estoy vivo!”
Muchas veces los seres humanos consideramos que nuestra vida es monótona, sin sentido, y por lo tanto, dejamos de lado la instrucción de agradecer a Dios por todo lo que nos da diariamente. Quizá la rutina nos vuelve tan miopes espirituales, que no vemos todas las circunstancias que nos rodean y en las cuales, está la mano del Señor. O si las vemos, consideramos que son producto de la casualidad o de nuestro propio esfuerzo.
Pidámosle a Dios que nos dé la sabiduría y la humildad suficientes, no sólo para reconocer sus bendiciones sino para agradecérselas diariamente. La oración es la mejor herramienta para cumplir este propósito.
La Sagrada Escritura dice : “ESTÉN SIEMPRE ALEGRES, OREN SIN CESAR, DEN GRACIAS A DIOS EN TODA SITUACIÓN, PORQUE ESTA ES LA VOLUNTAD PARA USTEDES EN CRISTO JESÚS”. (1 Tesalonicenses 5:16,17,18)
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