miércoles, 26 de marzo de 2014

Obedeciendo por amor

“Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos”. 1 juan 5:3
A veces escuchamos a los jóvenes decir que los mandamientos han pasado de moda. Por el contrario, Dios nos entregó sus estatutos para que podamos vivir de manera fructífera, alcanzando una verdadera realización en nuestra vida. Estos mandatos implican límites para el ser humano, definiendo lo que le agrada y lo que no, y cumpliéndolos podemos vivir una vida de acuerdo a su diseño.
A muchos jóvenes les cuesta cumplir con el mandamiento de no fornicar, pues se dejan llevar por sus emociones y argumentan que es muy difícil cumplirlo, ya que tienen una gran presión de parte de la sociedad, que les insta a hacer lo que todo el mundo hace.
Pero Dios sabe lo que sus hijos necesitan. Los padres establecen normas para la crianza de sus hijos, según el caso más o menos estrictas, pero sabemos que, aunque no siempre son gratas, ayudan en el crecimiento. Los padres terrenales saben dar buenas dádivas a sus hijos, y las reglas que establecen son para establecer una sana convivencia, en paz y armonía. De esta manera, se genera un ambiente en el que cada miembro de la familia desarrolla su máximo potencial. Igualmente, nuestro Padre celestial, en su perfecta sabiduría, ha determinado reglas que deben ser respetadas en nuestra familia, ya que, de ser así, redundarán en nuestro bienestar.
Quizá pienses que es muy difícil seguir los mandatos que Dios nos ha dado pero, cuando realmente le amas, obedecerle no resulta nada gravoso. La obediencia a la Palabra de Dios siempre traerá bendición a tu vida, pero implica renuncias y decisiones valientes. ¿Cómo quieres vivir tu vida, a tu manera o respetando los mandatos de Dios? Él nos hizo libres, con capacidad para tomar nuestras propias decisiones, pero al mismo tiempo nos dio su diseño, para que podamos vivir de manera que Él se agrade de nosotros.

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