miércoles, 26 de marzo de 2014

Dar antes que recibir

Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
Nadie tiene amor más grande
que el dar la vida por sus amigos.” (Juan 15:12,13)
Déjenme compartir con ustedes este relato que, además de conmovedor, es de bendición a nuestra vida. Se trata de dos hombres, muy enfermos, que compartían la misma habitación en un hospital. A Lucas, le habían colocado en la cama que daba a la única ventana del cuarto; mientras el lecho de Pablo estaba en el otro extremo, fuera de cualquier posibilidad de mirar hacia fuera. Y conversando desde sus respectivos sitios, sobre la familia, el trabajo, los amigos, o sobre cualquier cosa, pasaban el tiempo ambos enfermos.

Pero cuando, por sugerencia médica, sentaban a Lucas en su cama, éste se dedicaba a describir a su compañero lo que veía en el exterior. Le relataba acerca de un hermoso bosque con toda clase de animales, un  lago con cisnes, un  césped y un jardín con exóticas flores, niños jugando a su alrededor, otros haciendo volar cometas, jóvenes enamorados paseando… etc. De manera que, mientras Lucas describía las imágenes que desfilaban ante sus ojos, Pablo cerraba los suyos, imaginaba y se sentía parte de las pintorescas escenas narradas.
Lamentablemente, una mañana, la enfermera y luego Pablo, constataron la muerte de Lucas.

Tiempo después, y tan pronto como le pareció oportuno, el entristecido Pablo pidió a la enfermera que le trasladase hacia la cama próxima a la ventana, allí donde había estado ubicado su amigo. Deseaba ver, por sus propios ojos, aquellas coloridas imágenes que durante tantos días le había relatado Lucas.
Y así lo hicieron; pero cuando estuvo en posición de poder mirar a través de la ventana, constató, con sorpresa, que afuera no había ningún paisaje, ningún bosque, ni lago, ni jardines, ni niños…  Por el contrario, lo único existente era un enorme muro blanco.
Contrariado, Pablo preguntó a la enfermera ¿qué razón habría llevado a su compañero de cuarto a describir algo inexistente? La enfermera le respondió: “Imposible que lo viera; Lucas era ciego…”

Querido amigo y amiga, no deberíamos tener mayor felicidad que la de proporcionar a otros paz, esperanza, sueños, dicha, consuelo, alegría de vivir; dar antes que recibir. Sí, dar antes que recibir, ésa es la fórmula ideal y perfecta sobre la que se asienta el verdadero amor: ese amor que Dios tiene hacia nosotros; ese amor que nosotros deberíamos tener hacia el resto, y que, generalmente, nos resistimos a compartirlo, si no es añadido a nuestros propios intereses o conveniencias.

En suma: dar antes que recibir es más que recibir.

“Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente (…) Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan. Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran. Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben”. (Romanos 12:10,13,16).


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