jueves, 13 de febrero de 2014

Un verdadero discípulo

Un joven fue a ver a Jesús y le preguntó: -Maestro, ¿qué cosa buena debo hacer para tener vida eterna?
Jesús le contestó: -¿Por qué me preguntas qué cosa es buena? Sólo Dios es bueno. Si quieres vivir de verdad, obedece los mandamientos.
El joven preguntó: -¿Qué mandamientos?
Woman walking on sandbeach in the caribbeanJesús le dijo: -No mates; no seas infiel en tu matrimonio; no robes; no mientas para hacerle daño a otra persona; obedece y cuida a tu padre y a tu madre; ama a los demás tanto como te amas a ti mismo.
Entonces el joven dijo: -Todos esos mandamientos los he obedecido. ¿Qué más puedo hacer?
Jesús le dijo: -Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Luego ven y conviértete en uno de mis seguidores.
Cuando el joven oyó eso, se fue muy triste, porque era muy rico.
Jesús entonces les dijo a sus discípulos: -Les aseguro que es muy difícil que una persona rica entre en el reino de Dios. En realidad, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para una persona rica entrar en el reino de Dios.
Los discípulos se sorprendieron mucho al oír lo que Jesús dijo y comentaban entre ellos: -Entonces, ¿quién podrá salvarse?
Jesús los miró y les dijo: -Para la gente, lograr eso es imposible; pero para Dios todo es posible. Marcos 10 17-27
Seguir a Jesús no es una tarea sencilla, porque todos los días hay una lucha interna entre nuestro espíritu y nuestra carne. Las corrientes de este mundo muchas veces logran desenfocar nuestra vista y nuestro caminar, ocasionando que coloquemos nuestras prioridades en un orden equivocado, de forma que nos esforzamos y deterioramos tanto por tener cierta estabilidad laboral y económica, que terminamos descuidando a nuestro esposo o esposa, a nuestros hijos y lo más importante, a la comunión íntima y diaria con Dios.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17
Si decidimos seguir a Jesús, no debemos permitir que nada ni nadie nos aparten de Él. Sigamos las huellas de nuestro Maestro, imitémosle en nuestro vivir día a día, y esforcémonos por agradarle en cada una de las actividades que realicemos. Demostremos su amor, perdón, misericordia, compasión y bondad en todo momento y con todas las personas que nos rodean.
De nada nos sirve conocer muy bien su Palabra, si no somos capaces de ponerla en práctica. Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a ser restaurados y transformados integralmente, en cuerpo, alma y espíritu, de modo que no sólo nuestra apariencia refleje un cambio, sino también nuestros pensamientos y actitudes.
Si ustedes ponen toda su atención en la Palabra de Dios y la obedecen siempre, serán felices en todo lo que hagan. Porque la palabra de Dios es perfecta y los libera del pecado. Santiago 1:25

Paseaba por el campo, se hacía tarde, estaba anocheciendo. El frío era tal, que caminar se hacía pesado ya que los músculos no obedecían adecuadamente a su voluntad. Mientras sus piernas iban avanzando en dirección a su casa, pensaba en que ya hacía tiempo que su voluntad no era la prioritaria en su vida; había sido adelantada en su posición por la voluntad del Señor; la divina iba ya en cabeza por ganar la carrera. Al día siguiente tenía ayuno con sus pastores; una cita semanal para, con este pequeño sacrificio, honrar, bendecir, glorificar más a Dios. Y así lo iba a hacer.
Iba pensando que un verdadero discípulo de Cristo, un verdadero cristiano debía someter siempre su voluntad a la voluntad de Él. Ese es el verdadero significado de la palabra "cristiano": seguir al Señor. Seguir a Jesús es someterse a Él, serle fiel, obedecerle, adaptar nuestra forma de vivir a la Suya, hacer que nuestro carácter sea fiel reflejo del suyo,... y gozarse en esa forma de sentir y vivir; experimentar la alegría de que nuestras acciones sean observadas por los demás, con el objetivo de ministrar con la palabra de Dios, a quien quiera aceptarle para su salvación. 
Era feliz y su objetivo era transmitir esa felicidad en Cristo. El secreto, pensaba, era que cualquier acto que se haga en la vida, se haga fundamentalmente con el objetivo de honrar, glorificar y bendecir a Dios. Bien es cierto que, como humanos, pecadores y pequeños que somos en relación a Su inconmensurable grandeza, tenemos necesidades, y oramos hacia Él por su provisión de ellas; es necesario, pero Dios siempre sabe cuáles son nuestras necesidades antes de pedirle Su ayuda. Y si bien rogamos a Dios por su provisión, cosa vuelvo a decir necesaria, el objetivo primario de la oración, ayuno, o cualquier sacrificio que hagamos por Él, siempre será honrarle, glorificarle, darle nuestro amor, y decirle gracias, Señor, gracias, muchas gracias por todo lo que hiciste y haces por nosotros.
Hay una canción ilustrativa de esto que es "Hoy te vengo a bendecir". Aquí va para ti Señor.
Fdo. M. Gayo

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