Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Mateo 19:16 al 26.
¿Qué peligros espirituales se revelan en este pasaje? ¿Cómo pueden hoy los creyentes beneficiar a los “jóvenes ricos”?
Él tenía credenciales, capacidades, recursos materiales, una moralidad incuestionable y una exagerada estima propia. El candidato a discípulo pidió con fervor al Maestro la fórmula para la salvación. ¿Se había sentido adulado Cristo?“ Pensaríamos: ¡al fin estamos convirtiendo a las clases superiores!” Pero al parecer, ningún regocijo manchó el pensamiento de Cristo. Si este suplicante esperaba alguna felicitación, se equivocó. En cambio, Cristo estableció los Diez Mandamientos como la norma mínima de obediencia. Tal vez el joven rico se había felicitado porque, según su propia estimación, creía que sobrepasaba a otros. Pero Cristo, en otro pensamiento, requería que nuestra justicia excediera la que poseían los líderes religiosos. ¿Rebajaría esa norma para acomodarla a este candidato? Judas se habría alegrado, o cualquiera que manejara las relaciones públicas habría estado feliz. Eso podría ayudar a la imagen pública de Jesús: gente rica le apoyaba.
Sin embargo, las deficiencias espirituales no pueden minimizarse: la misión de Jesús era sagrada. Cada indulgencia, aún siendo egoísta, debe ser entregada a Él. Cristo esbozó un proceso de tres pasos: Vende tus posesiones, dáselas a los pobres y sígueme. Vers. 21. Este era un territorio espiritualmente peligroso, muy difícil. Aunque joven, el posible discípulo había acumulado una fortuna importante. Casas, campos, ropa a la moda, joyas, siervos, ganado, todo pudo haber pasado por su mente. Pero los términos de Dios son inflexibles, ni negociar ni regatear puede reducir el precio: todo es de Jesús; la grandeza terrenal cambiada por los tesoros celestiales.
“¡Cuántos van a Cristo dispuestos a unir sus intereses con los de Él, deseando fervientemente heredar la vida eterna. Pero cuando se les presenta el coste, cuando se les dice que deben abandonar todo, casas y tierras, esposa e hijos, y por lo tanto no contar sus vidas como valiosas, se alejan tristes. Quieren los tesoros del cielo y su vida medida como la vida con Dios, pero no están dispuestos a abandonar sus tesoros terrenales. No están dispuestos a renunciar a todo para obtener la corona de la vida”
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