Hay una realidad verdaderamente frustrante. Hoy es más fuerte el poder de la necesidad que el poder de la Fe.
No es que no haya Fe, sino que realmente la necesidad maneja los alineamientos de cómo o de qué manera entendemos hacer las cosas. Si bien Dios nos envió a ministrar y a ayudar a los necesitados, lo preocupante y frustrante es que aquellos que han sido ayudados y ministrados, no terminen de ser libres del poder de la necesidad.
Hay una carencia del conocimiento revelado de nuestra posición como iglesia, que nos ha llevado a practicar la mendicidad y no al diseño que debemos ejercer.
Dice el Salmo 105:37 (PDT) "Sacó a su pueblo cargado de oro y plata, y no hubo entre ellos ningún enfermo y debilitado".
Para nosotros, "desierto" es sinónimo de lucha y necesidad. Sin embargo, para las escrituras "desierto" es sinónimo de prosperidad, sanidad y Poder (ejemplo de poder: Jesús en el desierto).
Existe la realidad de lo que nosotros denominamos desierto, como ese espacio de confrontación, lucha y aflicción, sólo diseñado para potenciar y redescubrir nuestra Fe. Es por eso que uno puede estar de ayuno cuarenta días, como Jesús, y jamás morir, porque Dios no nos llamó a morir en un desierto. ¿Por qué? Porque el desierto, la lucha, no es el lugar del cumplimiento de nuestro propósito, sino cómo desarrollarlo. Si lo estás desarrollando jamás morirás ahí, porque ello te impulsará a lo verdadero, a conquistar las naciones de la tierra.
Es frustrante ver cómo el espíritu, la mentalidad, la actitud, o como queramos denominarlo, de mendicidad, ha atrapado la mentalidad de los Hijos con propósito, para llevarles a habitar en una necesidad permanente.
El pueblo caminó cuarenta años por el desierto, salieron victoriosos, pero después de tanta rebeldía contra Dios, después de tanta desobediencia y tanta duda, terminaron caminando bajo el juicio de Dios. De tal manera, que esos cuarenta años se convirtieron en la espera de Dios, hasta que cada uno de ellos muriera. (Excepto Moisés, Caleb, Josué)
Pero ahora nos es muy complicado entender cómo un pueblo que caminó bajo un pacto imperfecto, caminó en medio del juicio de Dios realizando un sacrificio que no lavaba las vidas del pecado, pues era con sangre de animales y sólo eran perdonados por un año. ¿Cómo es posible que esa gente viviera en prosperidad y sanidad absoluta?
La carencia de ejercitarnos con una mente de revelación en lo que dice 3 Juan 1:2 "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma," nos ha ocultado la realidad de quién es nuestro Padre y la realidad irrefutable de que Él no necesariamente utiliza el hambre, la enfermedad, o la frustración para hacer algo con nosotros.
Esto es realmente impactante para nuestra mente, porque culturalmente le hemos atribuido a Dios cosas que no son, y nos es más sencillo aún atribuirle cosas ante la falta de revelación para no caer por ella. Dice Judas 1:24 (DHH) "El Dios único, Salvador nuestro, tiene poder para cuidar de que ustedes no caigan…". Esto debe cambiarnos el concepto mental que tenemos, porque precisamente no entender que no es realmente necesario tener que defender algo para lograrlo, nos ha mostrado a un Dios que no es precisamente lo que Es. Dios sustenta y no necesita recursos humanos para eso (aunque los use). Por eso Jesús expresó: "vuestro Padre que está en los cielos, sabe de lo que tenéis necesidad… no estéis afanados por ello…"
La carencia de revelación nos ha llevado a malos hábitos y nosotros somos el resultado de esos hábitos. En lo espiritual pasa igual.
Muchos utilizan la lástima, utilizan su necesidad para conseguir cosas. ¡Sí!, con la lástima se consiguen, pero ella no tiene fundamento, no se sustenta por sí sola, y la persona con el tiempo adopta un hábito de mendicidad. Como consecuencia, su aflicción es permanente, no tiene frutos y da vueltas y vueltas en la misma situación.
La necesidad de aquel que no conoce mueve a Dios, pero la necesidad de aquel que sabe quién es Dios, no. ¿Por qué?, porque aquel que conoce sabe que le mueve por la fe. Así son los hijos; los Hijos tenemos necesidad, muchas, pero no movemos a Dios por ellas sino por la Fe.
Por contra, aquellos que no se sienten Hijos es porque no han descubierto a su Padre. Ahora bien, ¿por qué es necesario descubrir a nuestro Padre? Para que podamos caminar como hijos. Hemos sido enseñados a desarrollar una cultura de necesidad y carencia, y este concepto se ha introducido en la iglesia; por eso nosotros predicamos, hablamos y oramos, basándonos, muchas veces, en la necesidad.
Y si observamos a Jesús, el vino a suplir dos tipos de necesidades:
1. Por medio de su poder, Él suplió la necesidad natural del hombre, tanto de alimentos, como de enfermedades, etc.
2. Por medio de su palabra, Él suplió la necesidad que el hombre tenia por conocer al Reino, y descubrir así, quién es el Rey de ese reino.
2. Por medio de su palabra, Él suplió la necesidad que el hombre tenia por conocer al Reino, y descubrir así, quién es el Rey de ese reino.
El diablo y la inmadurez del ser humano, nos han llevado a enfocar nuestra vida en la necesidad natural y no nos hemos dado cuenta que perdimos la revelación del Reino.
Pero seguro es que nuestra necesidad actual no es la natural, sino la de conocer en profundidad, procurar, con un desarrollo de búsqueda responsable, quién es Dios y lo que quiere con nosotros. Conocer a ese Dios que dijo en Romanos 8:29 "También los predestinó…" Esta palabra es la clave, "Predestinó". Esta palabra invalida la necesidad y nos muestra a un Dios totalmente diferente al que en muchas ocasiones predicamos, vivimos y demostramos.
La pregunta es ¿Qué lugar ocupa esa necesidad que está apagando nuestro espíritu, cuando sabemos que tenemos un Dios, que anticipadamente dijo lo que íbamos a hacer y dónde íbamos a terminar?
La misma pregunta de otra forma, es ¿Qué lugar ocupa la necesidad? Conociendo a un Dios que predestina, ¿Qué tipo de poder puede tener la necesidad en mí?
Tu realidad y Su realidad es otra. Su realidad es la de un Dios que nos ha predestinado, y en consecuencia, tiene preparado nuestro sustento para que alcancemos aquello que Él diseñó antes que le conociéramos en la tierra.
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