Descuidar el ser interior es descuidar el propósito de Dios en nosotros.
Si trabajamos duro en nuestro empleo, nos ganaremos el sostén; si trabajamos duro en nosotros mismos, podemos hacer una fortuna.
Si no hay cimas y valles en nuestra vida, eso significa que estamos muertos.
¿Podrá haber algo más triste que un trabajo no terminado? Sí, ¡un trabajo nunca comenzado!
El ciclón deriva sus poderes desde un centro calmado; así también una persona.
Necesitamos estar dispuestos a soltar la vida que hemos planeado, para abrazar la vida que nos aguarda.
Nunca seremos la persona que podemos ser, si la presión, tensión y la disciplina no son retiradas de nuestra vida.
Tal vez nunca sepamos qué resultados se obtuvieron de nuestra acción; pero si no hacemos nada no habrá ningún resultado.
El pesimista se queja de la dirección del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas.
Estamos confinados tan sólo en los muros que nosotros mismos construimos.
No hay mejor ejercicio para nuestro corazón que agacharnos y ayudar a otro a levantarse.
Cuando la culpa levanta su fea cabeza, confrontémosla, discutámosla y dejémosla ir. El pasado ya pasó; olvidémoslo y sigamos adelante.
Podemos vivir toda una vida y, al final, conocer más sobre otras personas que sobre nosotros mismos.
Veamos al cambio como una constante en nuestras vidas; démosle la bienvenida, esperémoslo, anticipémonos a él .
El arte de ser feliz yace en el poder de extraer felicidad de las cosas comunes.
El fondo se convirtió en el sólido fundamento sobre el cual reconstruí mi vida.
Si dejamos de trabajar lo que la Biblia llama el "Hombre interior", perderemos de vista la hermosura contenida en la expresión “a imagen y semejanza de Dios”. Perdemos mucho tiempo cuidando el exterior e ignorando la vida interna.
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