jueves, 27 de febrero de 2014

Identidad

La presencia del discípulo en el mundo es más eficaz, cuando su testimonio se produce de forma natural y espontánea.
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. 
Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 5:13,20
La tremenda descripción que hemos recibido de las características de los ciudadanos del reino, nos dan lugar, ahora, a una especificación del impacto que estas personas tienen sobre su entorno. Como en tantas otras ocasiones, Jesús escogió uno de los elementos más comunes de la vida cotidiana para ilustrar esta verdad, la sal.
"Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres." La sal tenía, en la antigua Palestina, dos funciones principales. Era usada para darle gusto a la comida y como medio para proteger a la carne de su descomposición. También estaba incluida en algunas de las ceremonias religiosas en el templo, atribuyéndole un significado purificador. 
Un discípulo de Cristo debe poseer una vida distintiva, diferente a la de las personas a su alrededor.
Meditemos en algunas características de la sal. 
En primer lugar, es enteramente diferente a la comida y mantiene su sabor distintivo al mezclarse con los alimentos. No adquiere el sabor del plato al cual se agrega, sino que los contenidos de la comida quedan saboreados por la presencia de la sal. De la misma manera, un discípulo de Cristo debe poseer una vida distintiva, diferente a la de las personas de su alrededor. Cuando participa en actividades y eventos que le llevan a tener contacto con la gente del mundo, el discípulo debe contagiar a otros de sus principios y conductas. De ningún modo debe adquirir el "sabor" del mundo.
En segundo lugar, la influencia de la sal en la comida se produce simplemente por su presencia en ella. Cuando la sal es mezclada con los alimentos, no reacciona de manera particular para producir el sabor salado. Del mismo modo, un discípulo no se dedica a realizar actividades especiales para "salar" a los de su alrededor. La acción de salar no se programa, sino que es el resultado de un estilo de vida, en la cual la acción es permanente y no planificada.
En tercer lugar, debemos observar que la sal es más eficaz cuando es añadida en la medida justa. Si se echa demasiada sal en la comida, esta última no podrá comerse. Del mismo modo, la presencia del discípulo en el mundo es más eficaz cuando su testimonio se produce de forma natural y espontánea, siempre como parte de su experiencia cotidiana. Así mismo, la presencia de la iglesia en la sociedad es, a la vez, el factor que preserva al hombre del deterioro natural que produce el pecado.

Cristo termina su comentario con una observación dramática: la sal que ha perdido su gusto no sirve más. ¿Será que aquellas personas, que durante años han participado de las actividades de la iglesia sin asumir un compromiso serio, ya no poseen utilidad para el Señor? No lo sabemos con certeza. Lo que sí sabemos es que estas personas son las que más cuesta movilizar. ¡El Señor nos guarde de acomodarnos en una vida de rutinaria religiosidad!

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