Pero con más frecuencia, la palabra salvación se refiere a una eterna liberación espiritual. Cuando Pablo le dijo al carcelero de Filipos lo que debía hacer para ser salvo, se estaba refiriendo al destino eterno del carcelero (Hechos 16:30-31). Jesús iguala el ser salvo con la entrada al reino de Dios (Mateo 19:24-25).
¿De qué somos salvados? En la doctrina cristiana de la salvación, somos salvados de la “ira”; esto es, del juicio de Dios al pecado (Romanos 5:9; 1 Tesalonicenses 5:9). Nuestro pecado nos ha separado de Dios, y la consecuencia del pecado es la muerte (Romanos 6:23). La salvación bíblica se refiere a nuestra liberación de las consecuencias del pecado, y por lo tanto, implica la remisión del mismo.
¿Quién realiza la salvación? Sólo Dios puede quitar el pecado y librarnos del pago del mismo, dándonos la salvación (2 Timoteo 1:9; Tito 3:5).
¿Cómo salva Dios? En la doctrina cristiana de la salvación, Dios nos ha rescatado a través de Cristo (Juan 3:17). Específicamente, fue la muerte de Jesús en la cruz y Su subsiguiente resurrección la que logró nuestra salvación (Romanos 5:10; Efesios 1:7). La Escritura es clara en que la salvación es el bondadoso e inmerecido regalo de Dios (Efesios 2:5,8), que sólo está disponible a través de la fe en Jesucristo (Hechos 4:12).
¿Cómo recibimos la salvación? Somos salvados por la fe. Primero debemos oír el evangelio—las buenas nuevas sobre la muerte y resurrección de Jesucristo- (Efesios 1:13). Después, debemos creer—confiando totalmente en el Señor Jesucristo (Romanos 1:16)-. Esto incluye el arrepentimiento, un cambio de mentalidad acerca del pecado y de Cristo (Hechos 3:19) y el confesar el Nombre del Señor (Romanos 10:9-10).
Una definición de la doctrina cristiana de la salvación sería: “La eterna liberación espiritual que Dios concede a aquellos que aceptan Sus condiciones de arrepentimiento y fe en el Señor Jesús.” La salvación únicamente se obtiene a través de Jesucristo (Juan 14:6; Hechos 4:12), y depende sólo de Dios para su provisión, garantía y seguridad.
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