Por tanto, vayan y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.”
Principalmente hemos usado la primera frase de este pasaje. Somos rápidos en ir o ser enviados, sin apegarnos realmente al resto del versículo, o sea, la parte que dice “enseñándoles a obedecer lo que Jesús nos ha mandado”.
¿El resultado? Cuando “vamos”, definitivamente sí hacemos discípulos, pero no discípulos verdaderos de Jesús de acuerdo a lo que Él enseñó. Muchas veces hacemos discípulos de nosotros mismos, discípulos de nuestros pastores, discípulos de nuestros padres, discípulos de nuestra política y políticos. Somos buenos en hacer discípulos; cuando la pistola que marca la salida se dispara indicando “IR”, volamos hacia la meta, pero nos olvidamos de la parte más importante que es, deberíamos estar haciendo discípulos de Jesús y solamente de Él.
Detente por un momento antes de “ir” y examina el mensaje que vas a comunicar. De quién habla? ¿De ti? De alguien más? ¿De Jesús? Asegurémonos de señalar a la gente en dirección a la Esperanza, la cual, por cierto, es Jesús y no el próximo presidente.
Señálales hacia Jesús, hacia lo que Él hizo y hacia las cosas que enseñó. El hacer discípulos de Jesús funcionará aún mejor que el hacer discípulos de uno mismo.
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