lunes, 6 de enero de 2014

Oro, Incienso y Mirra


Al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
Mateo 2:11
Mucho se ha hablado sobre los “magos” de Oriente, que visitaron a Jesús a las pocas horas de haber nacido. Estos hombres eran reyes de países lejanos, estudiosos de la astronomía. Fue así, estudiando las estrellas, como el Espíritu Santo les mostró que un evento sorprendente tendría lugar en Israel; el nacimiento del Rey de Reyes y Señor de Señores. Es realmente emocionante la determinación de estos magos de Oriente. Ellos expresaron claramente:“¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle” (versículo 2). Se habían propuesto adorar a Jesús. Para ello habrían de hacer un viaje largo, pero su meta era verdaderamente impactante viniendo de hombres de autoridad y riquezas: “venimos a adorarle”. Su determinación de ver al Mesías era mayor que el sacrificio que tendrían que hacer. Su devoción e intención adoradora sacudió a Herodes, hizo tambalear su reino y le indujo a indagar sobre el Mesías. En este episodio bíblico se nos señalan los tres elementos esenciales para la más sublime y excelente adoración, a saber: Oro, Incienso y Mirra.
Veamos el significado de estos regalos:

I.- ORO

El oro es uno de los metales más valiosos del mundo. Es símbolo de realeza, dignidad, soberanía y autoridad. Representa posición, gobierno y dominio. El oro da seguridad, influencia e identidad al que lo posee. En el libro de Mateo vemos a los Reyes de Oriente abriendo sus tesoros a Jesús. Ellos le darían de lo mejor que poseían. Trajeron desde lejos todos sus tesoros para adorarle y al verle, pusieron a sus pies lo más significativo, valioso y profético: El oro como presente a los pies de Cristo significaba que los Reyes tomaban su realeza, posición y dignidad y la sometían al GRAN REY. Toda su identidad, rango, seguridad e influencia la cedían a Cristo. Dicho de otra forma, ellos se sometían, se sujetaban y en obediencia total rendían sus coronas a Jesús; todo lo que implica el oro debe ser puesto a los pies del Mesías.

II.- INCIENSO

El incienso era la sustancia aromática que se quemaba en el Tabernáculo de Moisés y en el Templo de Salomón sobre el altar de oro; era para uso exclusivamente sagrado. Tenía un simbolismo en sí mismo muy profundo y espiritual. Había de ser quemado en el santuario cada día y cada noche como ofrenda agradable al Señor. El incienso era un símbolo de la oración, según ambos Testamentos (Salmo 141:2; Apocalipsis 5:8) y era algo muy preciado y costoso. También era obtenido a alto precio para perfume, de árboles de Arabia y África (Jeremías 6:20; Cantares 3:6). Era colocado en una vasija llamada incensario, bajo la cual se colocaba el fuego para que ardiera en el altar. El altar del incienso, el incensario de oro y el incienso simbolizaron la mediación de Cristo, su posición sacerdotal y su intercesión por el hombre.

III.- MIRRA

Lo importante en cuanto a la mirra es que su fórmula debía ser para “mirra excelente”. Era para el aceite de la santa unción, para uso santísimo. La mirra también fue usada, aprovechando sus cualidades soporíferas, mezclándola con diversas bebidas ofrecidas a personas torturadas.
La mirra vino a ser el regalo que anunció proféticamente momentos muy amargos en la vida del Mesías. El sufrimiento y la negación continua de sí mismo sería la constante en su peregrinar por la tierra, por lo que representa aflicción, dolor, angustia, tiempos de amargura, sufrimiento y muerte de Cristo. La mirra vino a ser el símbolo de “humillación plena” en la vida de Cristo.
En resumen, el oro entregado por los magos a Jesús eran un reconocimiento de su realeza; el incienso, un homenaje supremo a su divinidad y la mirra, un anuncio a sus padecimientos como Redentor de la humanidad.
Y nosotros, ¿Que hemos de ofrecerle al Gran Rey? Estos tres regalos expresaron proféticamente su naturaleza divina y humana, así como sus funciones de Rey, Profeta y Sacerdote (tres unciones) de Jehová. La verdadera adoración requiere de quebrantamiento genuino en su presencia, de actitudes sumisas y no vanagloriosas. Quiera Dios que en estos días regresemos a la genuina adoración y ofrezcamos nuestros mejores presentes al Mesías.
 

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