martes, 28 de enero de 2014

El ser que quiero ser - Ánimo en mensaje

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Parece un poco enredado el título de este escrito, pero vayamos juntos desglosando su sentido. En primer lugar, tú y yo somos “seres vivientes” que por un propósito específico vinimos a nacer en este mundo, en este país y en este tiempo; sea cual sea tu nacionalidad o edad, naciste por una razón y una de las grandes misiones de tu vida es descubrirla.  
En segundo lugar, cada uno de nosotros tiene una idea o una imagen de cómo quiere llegar a ser; es como cuando uno es pequeño y los maestros le preguntan “¿qué quieres ser cuando seas mayor?”, que las respuestas son variadas y pueden ir desde bombero hasta presidente de la nación. Todos tenemos una idea de lo que queremos ser, lo que muchas veces no tenemos tan claro es cómo llegaremos a ser eso.

Un psicólogo y sexólogo planteó en unos de sus libros que debemos ser rígidos con el sueño que tenemos, pero flexibles con los caminos para cumplirlos. A lo que se refiere este hombre, Stamateas, es a lo siguiente: si mi meta es obtener una buena calificación en alguna materia y me percato de que me es difícil estudiando sólo por mi cuenta, puedo pedir ayuda a un compañero, contratar a un profesor particular, pedir horario de consulta con el profesor, asistir a tutorías, crear un horario de estudio, usar estrategias de estudio, etc. Voy abriendo puertas para lograr esa meta sin quedarme solamente en que por mi cuenta lo voy a conseguir. Lo que ocurre muchas veces es que somos rígidos con el sueño y con el camino para conseguirlo; si no funciona a la primera, ya lo desechamos y nos frustramos sin ganas de proponernos otro desafío. En este caso, me alejo del ser que quiero ser.

Esta idea sobre “el ser que quiero ser” no se nos ocurre normalmente a nosotros (no somos tan brillantes..., si no, ya seríamos multimillonarios por los derechos que deberían pagarnos cada vez que utilizaran la frase), y tampoco se le ocurrió a escritores talentosos, esta idea se le ocurrió a Dios. Sí, a Él se le ocurrió primero. ¿Te suena el nombre de Jesús? Exactamente, el hijo de Dios. Bueno, pues Jesús fue el ser que Dios quería que llegara a ser. Jesús encarnó la naturaleza divina de Dios, Él expresó todo lo que el Padre quería que fuese expresado. Jesús es y fue la mejor versión de Dios mismo. Fue el ser que quiso Dios que fuese.

Cada uno de nosotros tiene las mismas posibilidades de transformarse en la mejor versión de sí mismo. Indagando profundamente sobre el ser que queremos ser y caminando en esa dirección, es como nos convertimos en “versiones mejoradas” de nosotros mismos. ¿Quién más que nosotros mismos para transformarnos a nosotros mismos? Aparte de Dios, no hay nadie que te conozca tanto como lo haces tú, y aunque te pese, vivirás hasta el último día de tu vida contigo mismo. ¿Por qué no aprovechas la oportunidad de que tu “obra maestra” seas tú mismo? ¡Atrévete! ¡Descúbrete! Y transfórmate en el ser que quieres ser.


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