El cierre de año suele ser una época en la que realizamos balances de lo que fue el año que se va, en la que deseamos cerrar procesos e ir forjando el camino que nos conducirá hacia el cumplimiento de nuestras metas, anhelos o sueños en el año venidero. Pero también debe ser la ocasión perfecta para dar gracias.
Un amigo mío tuvo la oportunidad de realizar un taller de cierre de año académico para docentes de un colegio, y en medio de los balances que realizaban, tuvieron varios momentos especiales.
En primera instancia, jugaron y se rieron muchísimo, lo que relajó el ambiente y permitió que fueran capaces de activar y captar la atención por ello. Entonces realizaron un ejercicio de activación de la imaginación, que generó diversas emociones que resultaron muy “sanadoras”; y en un tercer momento, pensaron en aquello por lo cual quisieran dar las gracias, que podía ser un hecho, una acción o algo tan abstracto como la felicidad o la paz.
Es innegable que cada uno de nosotros tiene al menos una razón por la cual dar gracias por, el pasado ya, 2013, y esta es época de regalos y sorpresas para la gente normal, y bueno, para el no tan normal de las personas también. Resulta impresionante de creer que aún antes de volver a celebrar otra Navidad, ya cuento con un regalo que me hace ser inmensamente agradecido.
Y no causa sorpresa para nadie, que en Navidad se conmemora el cumpleaños de Jesús, pero no así se celebra. Y es cierto, se compran regalos para los seres queridos, se realizan celebraciones que unen a la familia y que permiten pasar un tiempo juntos; sin embargo, a quien se supondría que deberíamos celebrar no lo hacemos al ciento por ciento.
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