Aunque la Biblia ofrece una gran cantidad de orientación sobre cómo podemos profundizar en nuestra comunicación con el Creador, la oración efectiva tiene que ver más con "el que hace las oraciones" que con el "cómo" orar. Es más, la Escritura dice: "La oración eficaz del justo puede mucho."(Santiago 5:16) y “los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones." (1 Pedro 3:12; Salmo 34:15), y, una vez más, "la oración de los rectos es su gozo."(Proverbios 15:8). La oración salvó al justo Daniel de la guarida del león (Daniel 6:11), y en el desierto, el pueblo elegido de Dios se benefició de la recta relación de Moisés con Dios (Éxodo 16 y 17). Las oraciones humildes e inmutables de la Ana infértil resultaron en el profeta Samuel (1 Samuel 1:20), o las oraciones del apóstol Pablo incluso hicieron temblar la tierra (Hechos 16:25-26). Evidentemente, mucho pueden lograr las apasionadas oraciones de los justos hijos de Dios (Números 11:2).
Tenemos que asegurarnos de que nuestras oraciones estén en conformidad con la voluntad de Dios. “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye." (1 Juan 5:14-15). Orar en consonancia con la voluntad de Dios, significa esencialmente orar de acuerdo a lo que Él querría, y podemos ver la voluntad revelada de Dios a través de las Escrituras. Si no sabemos para qué orar, Pablo nos recuerda que, como hijos de Dios podemos depender del Espíritu Santo intercediendo por nosotros, como “el Espíritu… conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos" (Romanos 8:27). Y puesto que el Espíritu de Dios conoce la mente de Dios, la oración del Espíritu está siempre en consonancia con la voluntad del Padre.
Además, la oración es algo que los creyentes deben hacer "continuamente" (1 Tesalonicenses 5:17). En Lucas 18:1, por ejemplo, se nos dice que oremos con persistencia y "no desmayando". Además, cuando presentemos nuestras peticiones a Dios, debemos orar con fe (Santiago 1:5; Marcos 11:22-24), con acción de gracias (Filipenses 4:6), con un espíritu de perdón hacia los demás (Marcos 11:25), en nombre de Cristo (Juan 14:13-14) y como se ha dicho anteriormente, con un corazón recto delante de Dios (Santiago 5:16). Es la fuerza de nuestra fe, no la longitud de nuestras oraciones lo que agrada a Quien oramos. Así que no necesitamos impresionar a Dios con nuestra elocuencia o inteligencia; después de todo, Dios sabe cuáles son nuestras necesidades incluso antes de que le pidamos (Mateo 6:8).
Y también debemos asegurarnos de que no tenemos ningún pecado inconfeso en nuestros corazones cuando oramos, lo cual sin duda sería un impedimento para la oración efectiva. “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír."(Isaías 59:2; Salmo 66: 18). Afortunadamente, "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1:9).
Otra barrera para la comunicación efectiva con Dios es orar con motivos equivocados y deseos egoístas. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites." (Santiago 4:3). Otras, como rechazar el llamado de Dios, ignorar Su consejo (Proverbios 1:24-28), pedir cosas sabiendo que Dios no las va a hacer nunca por un concepto equivocado de su ilógica divinidad (pedirle algo que vaya contra su misma Creación), adorar a los ídolos (Jeremías 11:11-14) o hacer oídos sordos, dejar de lado el grito de los pobres (Proverbios 21:13), sirven como obstáculos adicionales a una vida de oración efectiva.
La oración efectiva es una manera de fortalecer nuestra relación con nuestro Padre en el cielo. Cuando estudiamos y obedecemos Su Palabra y tratamos de complacerle, el mismo Dios, que hizo que el sol se detuviera por la oración de Josué (Josué 10:12-13), nos invita a venir audazmente ante el trono de la gracia y orar con la confianza de que Él extenderá Su misericordia y gracia para ayudarnos en nuestro tiempo de necesidad (Hebreos 4:16).
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