Jesús venció la tentación del yo retirándose en silencio, y al entrar en comunión con su Padre encontró fortaleza.
Apocalipsis 12:11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
Una vez que Jesús había determinado públicamente hacer la voluntad de su Padre, Satanás estuvo implacablemente tras él. El engañador fracasó en destruir el compromiso del Señor apelando a las necesidades del cuerpo, así que probó con otro punto de ataque, las necesidades del yo.
Mi voluntad sólo será fortalecida si la cultivo cuidadosamente en la presencia de mi Padre Celestial.
Después del asombroso ministerio de Jesús de enseñanza, sanidad, y milagros, las multitudes quisieron hacerle rey (Juan 6.15). ¡Y ahí estaba el reino, la meta del Padre ofrecido ante Él en bandeja de plata! Pero Jesús reconoció a la serpiente, que actuaba como el instigador, y rechazó la oferta. Él era lo suficientemente fuerte para resistir la llamada de la popularidad, la gratificación del yo. Porque nada nos distrae tan rápidamente, o debilita tanto la voluntad, como la aclamación y los aplausos de la multitud. Jesús no permitió que Satanás alimentara su yo, ya que esto le hubiera llevado a la catástrofe. En su lugar, sometió su yo a la voluntad del Padre, lo que le dio el triunfo.
Así es como debo caminar yo también. Mi yo es más frágil que mi cuerpo. Si el engañador no logra quebrar mi voluntad al tentar mi cuerpo, tratará de quebrantarla tentando mi yo. El rey David fue engañado en ambas áreas. Primero a través de las necesidades sexuales del cuerpo, lo que le condujo al adulterio con Betsabé. Después fue seducido estimulando sus anhelos de gloria (su yo), lo que le llevó a censar el pueblo. ¡Qué resultados tan tristes y dolorosos surgieron de ambos eventos!
Jesús venció la tentación del yo retirándose en silencio, y al entrar en comunión con su Padre logró fortalecer su decisión. Debo actuar del mismo modo, una y otra vez, tan a menudo como el engañador me tiente. Mi voluntad sólo será fortalecida si la cultivo cuidadosamente en la presencia de mi Padre Celestial. "Orando en todo tiempo en el Espíritu" (Ef 6.18), es la única manera de vestirnos de toda la armadura de Dios y, por lo tanto, de poder hacer frente a las intrigas del diablo" (versículo 11).
Mi voluntad sólo será fortalecida si la cultivo cuidadosamente en la presencia de mi Padre Celestial.
Después del asombroso ministerio de Jesús de enseñanza, sanidad, y milagros, las multitudes quisieron hacerle rey (Juan 6.15). ¡Y ahí estaba el reino, la meta del Padre ofrecido ante Él en bandeja de plata! Pero Jesús reconoció a la serpiente, que actuaba como el instigador, y rechazó la oferta. Él era lo suficientemente fuerte para resistir la llamada de la popularidad, la gratificación del yo. Porque nada nos distrae tan rápidamente, o debilita tanto la voluntad, como la aclamación y los aplausos de la multitud. Jesús no permitió que Satanás alimentara su yo, ya que esto le hubiera llevado a la catástrofe. En su lugar, sometió su yo a la voluntad del Padre, lo que le dio el triunfo.
Así es como debo caminar yo también. Mi yo es más frágil que mi cuerpo. Si el engañador no logra quebrar mi voluntad al tentar mi cuerpo, tratará de quebrantarla tentando mi yo. El rey David fue engañado en ambas áreas. Primero a través de las necesidades sexuales del cuerpo, lo que le condujo al adulterio con Betsabé. Después fue seducido estimulando sus anhelos de gloria (su yo), lo que le llevó a censar el pueblo. ¡Qué resultados tan tristes y dolorosos surgieron de ambos eventos!
Jesús venció la tentación del yo retirándose en silencio, y al entrar en comunión con su Padre logró fortalecer su decisión. Debo actuar del mismo modo, una y otra vez, tan a menudo como el engañador me tiente. Mi voluntad sólo será fortalecida si la cultivo cuidadosamente en la presencia de mi Padre Celestial. "Orando en todo tiempo en el Espíritu" (Ef 6.18), es la única manera de vestirnos de toda la armadura de Dios y, por lo tanto, de poder hacer frente a las intrigas del diablo" (versículo 11).
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