Se habían reunido todas las autoridades principales, no sólo las del estado, sino también los líderes religiosos de ésa época. Buscaban atemorizar a los discípulos y lograr que desistieran de anunciar a Jesús. Sin embargo las cosas no salieron como ellos pensaban, porque los discípulos estaban dispuestos a obedecer a Dios antes que a cualquier hombre.
“Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.” Hechos 4:29-31
Sorprende la actitud de Pedro y Juan después de ser peligrosamente amenazados; ellos fueron a orar ¡pidiendo que Dios les ayudase a hablar con mayor fuerza! ¡Con sanidades, señales y prodigios! Posiblemente el miedo quisiera meterse en sus corazones, pero la presencia del Espíritu Santo vino sobre sus vidas para fortalecerles y quitarles todo temor.
Esto se asemeja a la historia de un pueblo en el que fue anunciado el evangelio. Cuando se estaba enseñando la Palabra, llegaron las autoridades de aquel lugar y con total agresividad, tomaron cautivos a los misioneros y les torturaron delante del pueblo hasta quemarles vivos. Pensaban que la gente, después de presenciar semejante atrocidad, debería estar aterrada, sin embargo dijeron “Jesús nos advirtió", ¡ésta vivo! "Nos toca enseñar”.
Ellos debían estar asustados por lo que habían visto, pero su temor por el Señor era más grande. ¿Cómo lograron ese temor de Dios? Sólo hay una respuesta: se sentían seguros al saber que Dios estaba con ellos y por eso no tenían miedo.
Hoy en día quieren callarnos, cuando hablamos contra las leyes que avalan el matrimonio entre personas del mismo sexo o que amparan el aborto o el uso de drogas y tantas otras… Lamentablemente, por temor muchos creyentes han tomado una actitud pasiva, ante el avance de una legislación tan contraria a los principios de Dios.
¿Alguna vez te ha dado miedo o vergüenza obedecer a Dios? Si es así es probable que necesites preguntarte ¿a quién prefiero obedecer? ¿A quién realmente me importa más agradar, a Dios o a los hombres?
Dios nos advirtió que no sería fácil ir contra corriente.
¿Tienes miedo o te preocupa lo que otros digan de ti? ¿Te asusta pensar diferente? Es hora de acercarte a la presencia de Dios. ¿Por qué el pueblo que vio morir a los misioneros no tenía miedo?, ¿por qué los apóstoles eran encarcelados, y en lugar de lamentarse cantaban alabanzas?, ¿por qué Daniel no temió a los leones? La respuesta es siempre la misma: la presencia de Dios nos fortalece dándonos una seguridad tal, que no queda lugar para el temor.
¡Levántate y reacciona! Sólo en su presencia puedes hallar fortaleza y paz.
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