Nos vamos quedando con ganas y deseos que a veces una circunstancia feliz nos permite realizar; y otras veces preferimos ignorarlos porque son muy dificultosos o porque nos veríamos un poco ridículos intentando cumplirlos.
Nos quedamos con la piel cansada de recordar amores pasados, con las manos temblorosas, con olvidos repentinos, con ciertos dolores que revelan algo más que años, con unas pocas fotografías viejas de días felices y otros no tanto.
Nos quedamos con historias de viajes increíbles a lugares exóticos, aeropuertos inmensos y otros pequeños y perdidos en la provincia, con una pequeña maleta negra, un libro que se quedó en la repisita de una cabina telefónica, noches de insomnio en una habitación de hotel al otro lado del mundo, o un tren que avanza a paso de tortuga en los altiplanos del desierto más seco del planeta.
Nos quedamos con preguntas imposibles de hacer porque no hay nadie que pueda responderlas, ideas revolucionarias que al final no cambiaron nada, novelas que no se pueden escribir porque no se tiene el oficio, poemas que después de unos años estamos seguros que no tiene ningún sentido publicarlos, ni mostrarlos a nadie.
Nos quedamos con un silencio saludable, una soledad reparadora, una renuencia a aceptar que nos impongan condiciones y reglas, unas manías que nada más que nosotros entendemos y una aversión feroz contra el sistema y sus instituciones.
Nos vamos quedando con unas visitas de cuando en cuando a las hijas y a los nietos, con alguna reunión familiar que agradecemos no se prolongue más allá de las diez de la noche, con llamadas telefónicas para ponerse al día y asegurar que todo anda más o menos bien, porque perfecto nunca va a estar y eso lo sabemos todos bien, aunque a veces no queramos reconocerlo.
Nos vamos quedando con intuiciones que a veces aciertan completamente y otras que no "atinan ni a tiros". Adquirimos una especie de cinismo y no hacemos caso de las cosas que entusiasman a los más jóvenes o a los inexpertos, que creen que el mundo es como se ve.
Nos vamos quedando sólo con el asombro, porque eso es algo que jamás deberíamos perder. Nos vamos quedando con unas pocas personas y algunos lugares que no cambiaríamos por ningún otro en el mundo. Nos vamos quedando con algunas penas definitivas y algunas alegrías inesperadas. Con eso es más que suficiente…. ¿pero nos quedamos con Dios?
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