lunes, 19 de agosto de 2013

Un hijo - Reflexión

un hijo feb 20A veces, uno lo desea demasiado pronto. Otras, un poco tarde. A veces, uno quiere que crezca, luego que se haga independiente y ordene su vida. Pero más tarde uno piensa que no debería haberse ido tan pronto y que aún podría estar en casa, porque ya no le vemos tan seguido porque está muy ocupado en sus asuntos.
A veces nos involucramos demasiado en su vida; hacemos nuestros sus temores, sus peligros, sus búsquedas y alguien debería decirnos que hay que dejarle volar. Otras, por el contrario, estamos muy lejos, no le buscamos, no le llamamos, no vamos a verle y alguien tendría que decirnos que deberíamos acercarnos a él un poco más. A veces nace cuando aún somos unos críos y desordena nuestros proyectos y agendas, y otras, llega en un tiempo en el que ya tenemos la vida bien organizada y puede desordenar nuestros proyectos y agendas.
En ocasiones queremos enseñarle según nos dicte el instinto, aprendiendo con él el arte de las cosas. Y otras, le queremos formar según la pedagogía de libros y teorías en boga. A veces le guardamos celosamente de los demás porque nos parece exclusivamente nuestro el oficio de educar. Y otras, le dejamos muy a su suerte y nos perdemos la auténtica maravilla de verle crecer. 
Un hijo puede ser algo incierto, una exploración sin mapas ni señales. O bien, un encanto, una maravilla de criatura, muy cumplido y aplicado en los caminos de la vida.
Un hijo es un grito, un emblema, una prolongación suya en sus propios hijos, una oleada de anhelos, un consuelo en las horas infelices. O bien es una querella constante, un trozo de hielo afilado, un rosario de noches angustiadas, un misterio, una bofetada, un reproche certero.
Un hijo puede ser una ausencia eterna, un hoyo en el corazón, una herida abierta, un rayo de luz abortada, un adiós pendiente, una pena contemplada. O puede ser un aleteo de mariposas, un zumbido de abejas, un beso en los labios, una caricia en el rostro, una amplia mirada, una risa totalmente abierta, un perfume de lavandas.
Todos los días, todas las horas, joven o viejo, libre o encadenado, tierno o feroz, ausente o cercano, amante o ingrato, oscuro o luminoso, feliz o desgraciado… un hijo es un hijo.

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