Quiero comenzar de nuevo… pero no puedo, quiero perdonar… pero no puedo, quisiera creer… pero no puedo, necesito ser fuerte… pero no puedo, ¿Cuántas veces más? ¿Cuántas veces repetiremos esa frase de “no puedo” cada vez que necesitemos actuar, decidir y afrontar las cosas que nos hacen daño?
En ocasiones nos parece sumamente improbable hacer algo, cuando estamos pasando por una situación que se nos hace muy difícil o nos duele, porque son tantos los factores que influyen en nuestro sentimiento de impotencia, que comenzamos a hacernos más y más pequeños cada vez ante ellos, dejando que se conviertan en enormes gigantes que después nos cuesta mucho más trabajo derrotar.
Decir "no puedo" es muy sencillo, es lo primero que decimos o pensamos cada vez que sabemos que la situación que se nos presenta es más fuerte de lo que creíamos, pero ¿quién te ha dicho que estás solo en tu situación?; aunque en algún momento lo llegaras a pensar, por ningún motivo, bajo ninguna circunstancia lo estás. No importan las razones por las que hoy te enfrentes a gigantes, problemas y dificultades, que NUNCA serán mayores que tú, simplemente por el hecho de quién está peleando a tu lado, y ese es Dios, por si lo habías olvidado.
Los gigantes a los que te enfrentas se alimentan de tus miedos, de tus temores, de tus inseguridades. Cada vez que dices “no puedo” es un respiro que ellos toman y un suspiro que a ti se te escapa. Cada vez que desconfías crece la posibilidad de que termines derrotado, pero si por el contrario aprendes a superar cualquier sentimiento de temor y desconfianza, pronto habrás acabado con ellos; tan solo cambia ese “ no puedo” por un “Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece” (Filipenses 4:13)
No hay comentarios:
Publicar un comentario