“Sirviendo al Señor con toda humildad y con muchas
lágrimas y pruebas…” (Hechos 20:19)
Cuando flaqueemos, debemos pensar que el Señor no sólo tuvo que sufrir la incomodidad de llevar nuestros pecados en la cruz, sino que también nos soporta día a día, es consciente de nuestras torpezas, tolera nuestras negligencias personales y, por si fuera poco, además sufre nuestra ingratitud.
Como decía el apóstol Pablo: “Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa” (Filipenses 1:29).
El “privilegio” de sufrir por su causa, ¡qué paradoja! Sin embargo, sólo con esta forma de pensar se puede llegar a entender cómo, mientras era brutalmente apedreado por causa de Cristo, dice la Escritura que Esteban, “puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios” (Hechos 7:55).
Ahora, la gran pregunta de hoy es: ¿dónde estás poniendo tú tu mirada, en el Cielo o en la Tierra?
Bendito Jesús, dame fuerzas y valentía para predicar tu Evangelio, sabiendo mantener a distancia cualquier sentimiento negativo de oposición.
¿Estoy dispuesto a sufrir por Jesús?
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