Alguien dijo que en las cuestiones relacionadas con el perdón, una de las más difíciles es la de aprender a perdonarse a uno mismo. ¡Y cuánta razón tiene!
Debemos confesar que todavía hoy nos asaltan recuerdos y remordimientos de hechos lejanos en el tiempo, algunos de la época de la adolescencia. No importa si pecamos por omisión o por comisión, es decir, lo que debimos haber hecho y no hicimos, o lo que hicimos y no tendríamos que haberlo hecho. El fantasma del remordimiento de esos antiguos eventos, independientemente de su gravedad, no distingue activo de pasivo y se presenta de vez en cuando en medio de nuestras reflexiones, para inquietarnos, para alterarnos la paz y el sosiego… ¡y a veces el sueño!
Aunque mi mente conscientemente dice: -“Te perdono”, y sabe a ciencia cierta que Jesús cargó esos y todos mis otros pecados sobre su cruenta cruz, mi alma, que tiene vida propia y habla su propio idioma, no consigue perdonarse a sí misma.
Con tristeza descubro que esa piedra con la que tropiezo, existe en muchas de las vidas de los hermanos de la iglesia, amigos, parientes, compañeros de trabajo… gente con la que uno se relaciona.
Como cristianos, conocemos esta dualidad. Todo nos ha sido perdonado, mas no todo ha sido sanado. Es un proceso que durará hasta el fin de nuestra existencia sobre esta tierra, cuando lo corruptible sea transformado y perfeccionado en la presencia de Cristo (I Corintios 15:51-54).
Mientras tanto, muchos sufren sin saberlo, golpeándose a sí mismos con el martillo de la culpa y proyectando su propio tormento interior hacia los demás, Ven, tratan, prejuzgan a sus semejantes con la misma vehemencia con que se tratan, odian y se condenan a sí mismos.
Aprender a perdonarse a sí mismo es asumir una actitud de empatía con el prójimo. Muchas veces necesita humillarse más el que tiene que perdonar, el injuriado, la víctima, que el que pide perdón por la ofensa cometida, toda vez que nuestra actitud ante la ofensa habla mucho más de nosotros mismos que del ofensor.
Aprender a conocer los motivos que nos llevan a ofender o a injuriar a otros, y saber perdonarnos a nosotros mismos, dará como fruto allanar el difícil camino de conocer las causas que llevan a otros a ofendernos a nosotros mismos y saber perdonarlos.
Amado Señor, muéstranos, por favor, cómo aprender a conocernos y perdonarnos a nosotros mismos. Bendita tu Gracia Eterna.
“estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;”
(Filipenses 1:6 RV60)“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”
(Efesios 4:31-32 RV60)
No hay comentarios:
Publicar un comentario