Juan es un niño de siete años que vive con su mamá, una pobre costurera, en un pequeño cuarto.
En navidad, Juan espera ansioso la llegada de los regalos.
Ha colocado en el pequeño árbol navideño una gran media de lana, esperando encontrarla, la mañana siguiente, llena de regalos. Pero su mamá sabe que no habrá regalos de Navidad para Juan porque son muy pobres.
Para evitar su desilusión, le explica que hay regalos visibles, que se compran con dinero, y REGALOS INVISIBLES, que no se compran, ni se venden, ni se ven, pero que le hacen a uno muy feliz: como por ejemplo, EL CARIÑO DE MAMÁ.
Al dìa siguiente, Juan despierta, corre al árbol y ve su media vacía, conteniendo un pequeño papelito que dice:
"Juan, hijo mío, te amo mucho, he llenado la media de besos como señal de mi gran amor hacia ti: Tu mamá”.
La recoge con emoción y alegría y se la muestra a su mamá diciendo: “¡Gracias mami, está llena de regalos invisibles y soy muy feliz de tenerte!”.
Ya por la tarde, en el colegio, cada chiquillo muestra orgulloso su regalo, “¿Y a ti, Juan, qué te trajo la navidad?”
Juan muestra feliz su media vacía: “¡A mi me ha traído regalos invisibles!”, contesta.
Los niños se ríen de él. Entre ellos Federico, un niño consentido que tiene el mejor regalo, pero no es feliz. Por envidia, sus compañeros le hacen burla porque su bella bicicleta no tiene marcha atrás, y éste, enfurecido,... destruye el valioso juguete.
Entonces, el papá de Federico se aflige y se pregunta cómo podría darle gusto a su hijo.
En eso ve a Juan sentado en un rincón, feliz con su media vacía. Va hacia él y le pregunta: “¿Qué te ha traído la navidad?”
“A mí, regalos invisibles”, contesta Juan ante la sorpresa del papá de Federico, y le explica que no se ven, ni se compran, ni se venden, como el cariño de su mamá.
El papá de Federico comprendió. Los muchos regalos visibles y vistosos no habían logrado la felicidad de su hijo.
Juan había descubierto, gracias a su mamá, el camino a la verdadera felicidad.
La felicidad no la producen las cosas. La felicidad es un estado del alma producto de la conexión con el Dios Real y Poderoso, que se hizo hombre para demostrarnos su amor y llenarnos de regalos invisibles.
Lea volvió a exclamar: ¡Qué feliz soy! Las mujeres me dirán que soy feliz. Por eso le llamó Aser. Génesis 30:13.
El que desprecia a su prójimo peca, pero es feliz el que se apiada de los pobres. Proverbios 14:21.
No hay comentarios:
Publicar un comentario