He tenido la oportunidad de leer en profundidad el libro de Daniel durante estas últimas semanas y me he llevado agradables sorpresas. Más allá de los antecedentes que uno pueda conocer sobre Daniel, hay ciertos elementos de su temperamento y personalidad que me impresionan y me hacen respetarle y admirarle aún más. Pensar en que, siendo un adolescente, fue capaz de determinar el proyecto de vida futuro que tendría, me hace amar con mayor profundidad a los adolescentes, puesto que aún con el mundo a cuestas, pueden ser capaces de tomar decisiones radicales y sostenerlas a lo largo de toda su vida. Eso es admirable.
En el libro de Daniel, capítulo 1 versículo 8, dice lo siguiente: “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”. Seguro que no es caprichosa la palabra “propuso”; no se utilizó “dijo”, o “decidió”, “determinó”, “resolvió” o “definió”, no, la Palabra de Dios es clara cuando dice PROPUSO EN SU CORAZÓN.
Muchas veces es esto lo que nos falla; decidimos hacer ciertas cosas, determinamos que abandonaremos un mal hábito, decimos que haremos una determinada acción y no la cumplimos, nos decepcionamos de nosotros mismos y ya no tenemos la misma voluntad inicial para continuar. Y ese precisamente es el asunto, que realizamos las cosas por voluntad, cuando realmente sabemos que ésta es voluble y que en ocasiones es más lo que entorpece, que lo que aporta. Cuando determinamos ciertas acciones o caminos a seguir en nuestra vida, no permitimos que “el corazón” participe, pensando que la decisión que tomemos debe ser racional y estar apartada del campo de las emociones,…¡pero luego hacemos todo lo contrario!
Involucrar al corazón es lo que debemos hacer, porque sólo así la determinación que tomemos podemos hacerla trascender a nuestra voluntad o a nuestras ganas. Primeramente debemos proponer en nuestro corazón lo que deseamos ser o hacer, y desde allí proyectar nuestro caminar y nuestra ruta a seguir.Seguro que cada uno de nosotros ha tomado infinitas decisiones, de esas infinitas, muchas no las hemos cumplido totalmente y, todavía más, aún ni las comenzamos; nos ha fallado la voluntad, nos ha dado miedo lo que podíamos perder, no nos hemos atrevido a dar el salto porque ignorábamos las consecuencias, o no queremos saberlas porque estamos cómodos en la posición en la que estamos; sin embargo, hay una potencia enorme en tomar las decisiones a partir del “proponer en nuestro corazón”, como lo hizo Daniel. Siendo él un adolescente trazó un destino de gloria, fue capaz de llegar al máximo poder y ser de confianza para reyes y para hijos de reyes. Lo que él, un día, se propuso en su corazón, determinó el futuro de su vida y de su pueblo. Gracias a Dios por Daniel, quien siendo joven fue capaz de apartarse a sí mismo para hacer las cosas al modo de Dios, sabiendo siempre que recibiría una gran recompensa. El día de mañana, cuando yo no esté, quisiera que alguien también diera gracias por mi vida, pero sobre todo, por haber propuesto en mi corazón seguir a Cristo hasta el último día de mi vida.
¿Y a ti, te gustaría que dieran gracias por tu vida también? Propón en tu corazón hoy lo que necesitas hacer y tu mañana nunca volverá a ser igual.
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