jueves, 8 de agosto de 2013

Has caído de nuevo - Devocional aliento

Fallaste nuevamente, pero, ¿sabes?, Dios te ama tanto 
que no se ha olvidado de ti.

Crees que eres caso un perdido porque lo volviste a hacer, sí, aquello que dijiste que no volverías a hacer, aquello que creías que lo tenias controlado pero te diste cuenta de que no.
Te sientes mal, muy mal, hay un sentimiento de disconformidad en tu vida, desearías regresar en el tiempo para no hacerlo, pues haberlo hecho te ha entristecido.
No tienes ni valor para levantar tu rostro al cielo y si pudieras esconderte de Dios lo harías, pero sabes que esto no lo puedes hacer, y que Él fue el primero en enterarse de tu fallo.
¡Vaya!, cómo duele fallar, ¿no?, de haber sabido el dolor que esto te iba a causar o la frustración que ahora te gobierna, seguramente no lo hubieras hecho, sin embargo lo hiciste.
En momentos como estos no hay palabras para tratar de defender lo indefendible. Nadie te obligó, simplemente lo hiciste llevado por la emoción del momento, o impulsada tu decisión por sentimientos, que no por la razón.
Cuando esto pasa, te sientes muy mal contigo mismo, sientes que defraudaste a Dios, y en casos extremos decides que es mejor alejarte de Él, en vez de seguirle fallando.
Pero, ¿qué piensa Dios de todo esto? Sí, porque tú ya te hiciste un auto-juicio, ya te condenaste tú mismo, ya te hiciste ciertas ideas que crees que Dios ha de tener en cuenta de ti, pero, ¿qué pensará Dios realmente?, ¿será que Dios tiene los mismos conceptos de ti que los que tú crees?
¡Menos mal que Dios NO piensa como nosotros!, y que no maneja los mismos conceptos que nosotros manejamos.
Hay que imaginarse a Dios viéndonos cuando fallamos, observando lo triste que nos ponemos, lo duros que a veces somos con nosotros mismos, mirando cómo se nos cae la cara de vergüenza, mirando cómo preferimos alejarnos de Él en lugar de ir nuevamente a pedirle perdón.


Sí, lo que hiciste estuvo mal, pero sin embargo Dios quiere restaurar tu vida, Dios no te va a desechar como una toalla desechable, tú no eres un objeto para desechar, eres su hijo, su hija, y eso no cambiará; por esta razón, como Padre amoroso, te buscará, y si estás en el suelo te levantará, te sacudirá el polvo y te regalará un abrazo y una sonrisa, que te transmitirá todo el ánimo que necesitas para no darte por vencido.
La Biblia dice: “Yo los quiero a ustedes como a hijos. Por eso les escribo esta carta, para que no pequen. Pero si alguno peca, Jesucristo es justo y nos defiende ante Dios el Padre.” 1 Juan 2:1 (Traducción en lenguaje actual).
Si tú eres padre de familia, sabes lo que un hijo significa, sabes que cuando está comenzando a caminar o aunque lleve algunos años haciéndolo, tropezará, se caerá, quizá se haga heridas; quizá, pero cada vez que cae en tu presencia, vas rápidamente hacia él, le ayudas a levantarse, le sacudes para limpiarle, le abrazas, le dices que no se preocupe, que siga caminando, que lo siga intentando, y tu hijo va y camina, y aprende a hacerlo tan bien que los tropiezos disminuirán en gran manera.
Pues tu Padre es Dios, y tú eres su hijo o su hija. Él estará presente en cada momento de tu vida. Seguramente tropezarás muchas veces, seguramente las caídas te dolerán y muchas de ellas serán consecuencia de tus descuidos o malas decisiones. Sin embargo Dios no está allí para echarte en cara tus errores, ese no es su trabajo, Él está allí para ir detrás de ti para levantarte rápidamente, para sacudirte todo el polvo que tus vestiduras tienen a consecuencia de la caída; después de sacudirte te mira a los ojos, y aunque estés avergonzado de haber tropezado y no quieras levantar tu rostro, Él levantará tu barbilla y te dirá: “Tú eres mío, ¿de qué te avergüenzas?”; luego te abrazará y te transmitirá tanta seguridad que tus ojos se inundarán de lágrimas, esas lágrimas que sólo reflejan lo sorprendido que estás, de que lejos de juzgarte simplemente te da su amor y te da ánimo para que sigas caminando.
Tienes que saber que Dios no te juzga, que Él no está defraudado de ti, tú eres su hija/o, y Él te ama mejor de lo que cualquier padre humano pueda llegar a amar a su hijo; lo único que quiere transmitirte es amor, comprensión, y aunque muchas veces creas que no eres digno de ser su hijo o hija, no significa que no lo seas. Él no piensa lo mismo que tú, porque si Él un día te buscó, te llamó, te perdonó y te está transformando, no fue para luego desecharte, ¡no!, su voluntad es terminar la obra que comenzó en tu vida, por eso no te alejes de Él, no te creas inmerecedor de su amor. De acuerdo, nadie es acreedor de nada de Él y Él no nos ama por méritos que hayamos hecho, sino porque su GRACIA y MISERICORDIA es así de pura y maravillosa.
¡Vamos! Ríndete hoy delante de Dios, reconoce tu error, y si quieres llorar en su presencia, ¡hazlo!, porque seguro que Él te abrazará y te hará sentir todo el amor tan inmenso y precioso que tiene para ti. Simplemente permite que Él te ayude a levantarte, deja que Él te tome de la mano y sea quien te guíe en la vida.
Puede que fallaras nuevamente, pero ¿sabes?, Dios te ama tanto que no se ha olvidado de ti y hoy simplemente quiere que sepas que Él no ha terminado contigo. Por eso: ¡levántate y camina!, porque Él sabe que la próxima vez serás más fuerte al haber experimentado de su perdón y su amor.
¡Recibe hoy su perdón y su amor incomparable!
“Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos”. Oseas 14:4 (Reina-Valera 1960)

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