martes, 26 de febrero de 2013

El milagro de un dólar con once - Mensaje - vídeo

EL MILAGRO
Tess era una niña precoz de 8 años. Un día escuchó a sus padres hablar de que su hermanito estaba muy enfermo, que sólo una operación costosísima podría salvarle la vida, pero que no tenían dinero; incluso pensaban cambiarse de casa   porque no les alcanzaba para pagar las facturas médicas y la hipoteca. Además, había escuchado a su padre decir: “Sólo un milagro puede salvarle.”
La niña fue a su cuarto y sacó su hucha llena de monedas. Vació todo su contenido en el suelo y lo contó cuidadosamente.  Luego salió, y caminando 6 manzanas llegó hasta la farmacia del pueblo. Esperó pacientemente su turno. El farmacéutico parecía muy ocupado con un cliente. Tess sacó una moneda y golpeó el mostrador.
“¿Qué deseas?- le preguntó el farmacéutico con notable indiferencia.
“Se trata de mi hermanito Andrés -le contestó- está muy enfermo; tiene algo creciéndole dentro de la cabeza. Mi padre dice que sólo un milagro le puede salvar. Así que quiero comprar un milagro…¿Cuánto cuesta un milagro?”
“Aquí no vendemos milagros, -afirmó el farmacéutico-,  no te puedo ayudar”  .
“Yo tengo el dinero para pagarlo -insistió la niña- si no es suficiente, conseguiré el resto. Sólo dígame cuánto cuesta”.
En eso, intervino un hombre elegante: era el hermano del farmacéutico, quien entre otras cosas le preguntó: “¿Y cuánto  tienes?”
“Un dólar con once centavos; pero puedo conseguir más si lo necesita.”
“Qué coincidencia -dijo sonriendo el hombre- ése es justo el precio de un milagro para hermanos menores.”  Entonces tomó el dinero en una mano y con la otra cogió a la niña del brazo y le pidió que le llevara a su casa para conocer a sus padres y, obviamente, al pequeño enfermo. El hombre elegante era nada menos que el Dr. Carlton Armstrong, en su momento, uno de los mejores neurocirujanos del mundo.
La operación se efectuó de forma gratuita, y al cabo de unos meses, Andrés se hallaba de regreso en su casa recuperándose favorablemente, gracias a un dólar con once centavos, más la fe inquebrantable de una niña de ocho años de edad.
Queridos hermanos: en los tiempos modernos, los razonamientos y la lógica humana suelen conducir a muchos a dudar de los milagros de Dios, inclusive a negarlos y hasta a burlarse de esa  posibilidad. Nos hemos vuelto desconfiados, prácticos, suspicaces,  escépticos…  Preferimos reemplazar la palabra “milagro” por: “azar”, “suerte”, “coincidencia”.
Sin embargo, los milagros existen, porque Dios existe, y es el mismo Señor de ayer, de hoy y de siempre. ¿Cómo creerlo?… pues precisamente por fe: ese ingrediente básico que rompe toda lógica, todo concepto intelectual, todo razonamiento científico y humano…. Esa misma fe que  condujo a la niña del relato, a confiar en que un milagro podría costar el único dólar con once centavos que ella tenía en ese momento..

  “Y Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible” . (Marcos 9:23)



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