martes, 21 de octubre de 2014

Los maestros más importantes - Reflexiones

Nos encontrábamos en la clase de cuarto grado de la señorita Tere, repasando las tablas de multiplicación, recuerda Juan Pi, cuando levanté la vista y vi que mi padre entraba al salón de clase.
Señorita Tere, escuché a mi padre decir, pienso salir de viaje mañana, y me voy a llevar a Juan conmigo algunos días para enseñarle... No podía creerlo. ¡Iba a faltar a la escuela y pasar tiempo junto a mi papá! Poco me faltó para brincar sobre mi silla.
Papá continuó diciendo: Usted ha hecho un excelente trabajo enseñando a Juan, pero ahora es mi turno por una pequeña temporada. Entonces se volvió hacia mí y dijo: 
-Te veré en casa esta noche, Juan.
Lo que más recuerdo de ese viaje en el coche Ford de mi papá, fueron las horas que pasamos hablando de todo: fútbol, baloncesto, eventos y noticias, música, la iglesia, la escuela y sobre todo, mis amigos. Era la primera vez que tuve a mi padre para mí solo.
Aquel viaje con mi padre a la edad de diez años, me hizo sentir muy importante y mayor. También estableció una forma y un tiempo en que mi padre tomaría el control de mi educación. Él y mi madre reconocieron que ellos eran mis maestros más importantes.
Planifica un día en el cual puedas crear un recuerdo especial para tu hijo.

La Voluntad de Dios

Temas Juveniles - LA VOLUNTAD DE DIOSSe trata de desmitificar algunas cosas del tema de la voluntad de Dios, cosas que se dicen frecuentemente en la iglesia y que no son bíblicas. Por desgracia, muchos jóvenes son jaleados por sus padres o líderes, y hacen afirmaciones como: “la voluntad de Dios es que toque en la alabanza”, “la voluntad de Dios es que haga este u otro ministerio”, “la voluntad de Dios es que acepte este trabajo o haga esta carrera”… y mil frases más del mismo estilo. Puede que en muchas ocasiones, se trate de una forma de hablar más que de un sentimiento real, porque si no, parecería haber tantas voluntades de Dios como personas hay en el mundo.
Si existiera una voluntad de Dios para cada una de las personas, no debería ser muy difícil descubrirla. Y si Dios desease que la viviéramos, no tendría sentido que no la diera a conocer. Ese es nuestro problema, precisamente, que sí la ha dado a conocer pero no nos paramos a descubrirla. En la Biblia, está bastante claro que la voluntad de Dios es que le sigamos. No nos llamó a ser pescadores de hombres, sino a seguirle, y luego nos hace pescadores. No nos llamó a ser médicos, sino a seguirle, y luego nos hará médicos. No nos llamó a tocar la batería, la guitarra, el saxo o el piano, sino a seguirle, y luego nos hará músicos.

Tu oración por ellos

Como hijos de Dios y coherederos con Cristo, tenemos una misión aquí en la tierra, y aunque sea algo muy difícil de hacer, debemos cumplirla. Consiste en amar y orar por nuestros semejantes, y esto también incluye a nuestras autoridades.
No somos de este mundo pero vivimos aquí, y aunque estamos de forma pasajera, debemos esforzarnos por ser esa luz que nos manda ser.
Dios es perfecto y no se equivoca; si puso a ciertas personas como líderes, gobernantes y autoridades, fue por alguna razón, no cuestionemos su voluntad. Estamos llamados a orar por ellos, a respetarlos y no a juzgarlos, pues de eso se encargará nuestro Señor. Nosotros debemos pedir para que reciban sabiduría de lo alto antes de actuar.
“Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador” 1 Timoteo 2:1-3 (NVI)
La oración no es partidaria solo de algunos, pidamos por todos y cada uno de nuestros gobernantes, porque si la sociedad está bien, nosotros también podremos hacer el bien a nuestro prójimo. No dejemos de clamar por la salvación de todos los que nos rodean, incluso la de nuestras autoridades, pidamos que Dios cumpla su propósito en ellos y en nuestra nación.
Entregar a Dios nuestro futuro es entregar también nuestro país en sus manos.

El Camino que Conduce al Cielo

Que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. 1ª Corintios 2:5.
Yo sé a quién he creído. 2ª Timoteo 1:12.
Fue Dios quien lo trazó, y ningún otro camino conduce allá. Jesús lo designa con estas palabras: “Yo soy el camino… nadie viene al Padre, sino por mí(Juan 14:6). Nuestros pecados nos impiden el acceso a Dios, y según las exigencias divinas, éstos deben ser expiados mediante un sacrificio perfecto. Entre los hombres no hubo nadie que estuviese sin pecado, que pudiese ofrecerse como víctima expiatoria. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo(Gálatas 4:4). En virtud del sacrificio de su Hijo, Dios salvó y salva, a los que se reconocen culpables y creen en el Señor Jesús.
camino al cielo reflexiones cristianasEl camino es sencillo, pero los hombres quisieron introducir sus propios pensamientos y decían: "Es cierto, Cristo es el camino, pero nadie puede ir directamente a Él, tiene que implorar antes, a los santos. Y luego, tranquilícese, después de su muerte sus seres queridos que estén en la tierra, conseguirán por medio de rezos y ofrendas, que Dios le abra el cielo".
No, la Palabra de Dios rechaza tales razonamientos. “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos(1ª Timoteo 2:5-6). Y: “Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate(Salmo 49:7). 
Usted hallará la paz con Dios por medio de Jesús, porque “no hay otro nombre… dado a los hombres, en que podamos ser salvos(Hechos 4:12).

¿Podemos explicar todo el sufrimiento?

Tal vez lo más difícil de entender acerca del sufrimiento, es cuando este llega y no sabemos por qué. Pero debemos entender que hay tragedias que pueden ocurrir sin que podamos prevenirlas ni controlarlas. En tales circunstancias, las Escrituras nos exhortan a orar, a pedirle a Dios que quite o que alivie un poco el problema, o que nos ayude a afrontar la dificultad y sacar provecho de ella.
Nosotros no lo sabemos todo, pero Dios sí. Y en su sabiduría, nuestro Creador no siempre nos da la respuesta que queremos. Es raro que nos revele la razón específica de las decisiones que toma, sin embargo siempre tiene buenas razones. Por ejemplo, Dios liberó al apóstol Pablo de muchas dificultades, pero al menos en una ocasión no lo hizo a pesar de las súplicas de éste (2 Corintios 12:7-10). En aquella ocasión su respuesta a Pablo fue: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. En este caso, fortalecer un aspecto espiritual de la perspectiva de Pablo o de su carácter, era más importante que su bienestar físico. Este ejemplo debe ayudarnos a entender que la perspectiva de Dios es distinta que la nuestra (Isaías 55:8-9; 2 Pedro 3:8)Algunas veces, Él considera que las lecciones de carácter que necesitamos aprender son más importantes que nuestro bienestar físico y mental. En dichas ocasiones no debemos pensar que Dios no escucha nuestras oraciones, porque sí lo hace. Lo que ocurre es que algunas veces no queremos aceptar su respuesta; respuesta que nos dice “no”, o “no por ahora”, o como en el caso del apóstol Pablo: “Tengo en mente algo mejor para ti”. 
Necesitamos ser conscientes de que Dios nos ha prometido no probarnos más allá de lo que podemos resistir (1 Corintios 10:13). Pablo nos dio un ejemplo extraordinario. Simplemente, confió en la sabiduría de Dios y decidió continuar haciendo la labor que Éste lo había llamado a hacer.
Si estamos abrumados por el sufrimiento y Dios no nos lo quita, especialmente cuando las circunstancias se escapan de nuestro control, debemos seguir el sabio consejo que nos
da Pedro: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1 Pedro 4:19). Veamos el sufrimiento específico que Pedro tenía en mente: “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. . . . Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello” (1 Pedro 4:14-16). Si el sufrimiento de cada persona pudiera ser rastreado hasta la propia transgresión de una ley específica, sería más fácil entenderlo y aceptarlo como una justa consecuencia de ella. Pero es muy raro que sea tan simple. Al darnos libertad de elección, Dios nos ha permitido que aceptemos o rechacemos su guía, que escojamos rebelarnos o someternos, tomar decisiones sabias o decisiones imprudentes. Al hacerlo así, no ha determinado nuestro futuro, porque tenemos libertad.