viernes, 28 de abril de 2017

La victoria a través de los méritos de Cristo

«Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados».
I Corintios 15: 22
Resultado de imagen de La victoria a través de los méritos de CristoEl precio que se pagó para liberarnos de la esclavitud del pecado fue inmenso. No podremos entender el valor del alma humana mientras no comprendamos el gran sacrificio que se hizo en el Calvario para redimirla. El pecado de Adán en el Edén sumió a la raza humana en la miseria y la desesperación, pero el plan de salvación proporcionó una vía para que todos podamos escapar de la condenación. En virtud del sacrificio del Hijo de Dios se nos ha concedido una segunda oportunidad. Tenemos una batalla que pelear y solo podremos salir airosos de ella por medio de los méritos de la sangre de Cristo.
Dios vio que era imposible que por nuestras propias fuerzas lográramos la victoria. Desde la caída, cada generación de seres humanos es más débil que la anterior, por lo que sin la ayuda de Cristo no podremos resistir el mal de la intemperancia (falta de templanza). Cuán agradecidos deberíamos estar de contar con un Salvador que aceptó deponer las investiduras reales de su manto y su trono, para revestir su divinidad de humanidad y llegar a ser un «varón de dolores, experimentado en sufrimiento» (Isaías 53: 3). 

El Sacerdote convertido al Evangelio

Hace unos años vivía en la importante ciudad de Juiz de Fora, en el interior de Brasil, un sacerdote llamado el Padre Hypolyto Campos. Era el vicario de la ciudad y gozaba de una gran reputación por su elocuencia y saber.
Siendo un celoso y convencido creyente en la infalibilidad de su Iglesia, se sabía de memoria todos los argumentos jesuísticos contra el protestantismo, por hábiles y sutiles que fueran estos argumentos. ¡Ay del escritor creador de polémicas a favor del evangelismo que se enfrentase a un hombre como el Padre Hypolyto, si no estuviera absolutamente fundado y asegurado en la Palabra de Dios!
Esta fama le hacía ser muy solicitado en todos los distritos de la diócesis donde los misioneros del Evangelio habían aparecido, y muy a menudo la fecundidad de su palabra le daba la victoria en el aniquilamiento del primer germen de vida que se plantara junto al camino. Mas no sucedía siempre así, porque a veces se encontraba con un hombre o una mujer que había leído la Biblia, que él no había leído completamente, y que lo confundía con las más sencillas preguntas, como, “¿dónde se encuentra la enseñanza apostólica acerca del Purgatorio, la Intercesión de los Santos, el Confesionario?” etc.
Notando que la mayoría de estos separatistas eran analfabetos, iletrados y/o gente humilde, se sentía aún más perplejo y mortificado y resolvió, por fin, silenciar a tan impertinentes herejes estudiando la Biblia católica para refutarles con ésta.
Pero decir esto era más fácil que hacerlo. El sabio (¿?) Concilio de Trento del Siglo dieciséis sentó el precepto de que ningún sacerdote debe leer las Escrituras (la interpretación de las Sagradas Escrituras está reservada a la Iglesia Católica), bajo pena de excomunión, sin el consentimiento escrito de su obispo. ¡Tal es el temor de Roma de que sus mismos sacerdotes lean la Biblia!
Es innecesario decir que el sacerdote que se atreve a pedir esta libertad se hace objeto de sospecha y es observado de allí en adelante, y con razón, según veremos más tarde.
El Padre Hypolyto escribió a su obispo exponiéndole lo difícil de su situación y solicitando permiso eclesiástico para leer la Biblia, aprobada por “La Santa Iglesia”, para confundir a estos herejes.
No recibiendo respuesta del obispo, repitió su petición recibiendo esta vez una negación rotunda. Entonces el Padre Hypolyto urgió del obispo el envío de la Biblia exponiéndole las ventajas que se obtendrían, sin inducir, no obstante, al obispo a hacer más elástica la regla general. Al fin, completamente sublevado y algo indignado, escribió con tales términos al obispo, que recibió por correo una Biblia “aprobada.”
Uno de los métodos inescrupulosos que usa Roma para alejar la Biblia de la gente es declarar que la versión protestante es una versión corrompida y mutilada, Biblias falsas, las llaman; pero se cuidan muy bien de que “la verdadera Biblia” esté fuera del alcance de la gente, pues la versión más barata es muy cara para los pobres.
Pronto estuvo el Padre Hypolyto sumergido en la lectura de la Biblia de su Iglesia, la cual, como es sabido, se asemeja mucho a la nuestra, con la excepción de los pocos libros apócrifos del Antiguo Testamento que la nuestra no incluye.

Una casa soñada

Promesas preconcebidas respecto de la familia pueden tener su origen en las buenas intenciones, pero esta forma de pensar no es realista, no ayuda y tampoco hace bien. La familia es una institución imperfecta porque personas disfuncionales se convierten en padres imperfectos que construyen las familias sin una buena estructura. Pero, de hecho, esta alteración es normal, y es exactamente en esta condición en la que Dios quiere trabajar con nosotros. Aceptar nuestra fragilidad nos ajustará a los planes del Señor, permitiéndonos descubrir la belleza en nosotros mismos y en nuestros familiares.
Imagen relacionada¿Cuál es la idea de la mamá de una casa soñada? ¿Una casa de un piso con mucho terreno y un patio cercado para los niños, tres dormitorios, dos baños grandes, una sala de estar grande, una cocina moderna y un garaje para dos coches? ¿O tal vez la casa soñada tenga un hermoso jardín con vistas a un lago tranquilo?
Por muy buenas que sean estas comodidades, la mayoría de las madres sabe que se necesita más que eso para que una casa sea un hogar. Las características más importantes de un hogar son las cualidades espirituales y el amor entre padre, madre e hijos.
En Proverbios 15, Salomón dijo que es mejor vivir en la pobreza con temor del Señor que poseer grandes tesoros y tener problemas por ellos (verso 16). Es mejor comer hierbas donde hay amor que sentarse a comer ternera o filete donde hay riña (verso 17). Y una casa soñada es un lugar donde los niños obedecen a su padre y honran a su madre (verso 20). Una atmósfera amorosa y espiritual es la característica más deseada en un hogar, y eso se puede encontrar en una casa de una sola habitación o en una mansión espaciosa.
Sí, creo que todos estaríamos de acuerdo en que el amor a nuestra familia y el temor del Señor pueden convertir cualquier casa en una casa soñada. Es un lugar donde mamá y el resto de la familia encontrarán el verdadero gozo.

La Biblia

“Todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (Romanos 15:4, LBLA).

Resultado de imagen de la biblia cristianaEL 24 DE OCTUBRE DE 2014, las autoridades egipcias anunciaron que un equipo de arqueólogos submarinos descubrieron en el Golfo de Suez, los restos de un ejército egipcio de alrededor del siglo XIV a.C. En realidad buscaban barcos y objetos de otras épocas, cuando se encontraron con este hallazgo de más de cuatrocientos esqueletos y cientos de armas de guerra, así como de dos carros de combate. Se estimó que hay en el lugar más de cinco mil cuerpos.

Uno de los aspectos más interesantes de este descubrimiento es que no se ha hallado ningún rastro de barcos, lo cual da a entender que el ejército allí eliminado no iba a una batalla marítima. La posición de los cuerpos encontrados, así como el hecho de que una gran cantidad de ellos estaban atrapados entre arcilla y roca, da a entender que murieron a causa de una gran ola.
¿Qué te viene a la mente cuando oyes hablar de un gran ejército egipcio que perece de forma dramática en el mar? Sin duda parece la corroboración de Éxodo 14:28: “Al volver el agua a su cauce normal, cubrió los carros y la caballería, y todo el ejército que había entrado en el mar para perseguir a los israelitas. Ni un solo soldado del faraón quedó vivo”. Así lo interpretan los mismos arqueólogos.

jueves, 27 de abril de 2017

Los más buscados

Se buscan personas con integridad. Seres con verdadera orientación, firmes en ella, con tenacidad y entrega. Comprometidas con la verdad, apasionadas por la libertad. Defensores de la felicidad, constructores de fe y esperanza. Guardias y vigilantes de la justicia. Que sean embajadores de la paz y forjadores de buenas nuevas.
Son necesarios los pacificadores y benevolentes, los que antes de emplear la ira utilizan con inteligencia la mansedumbre. 
Es de vital importancia contar con aquellos que, cuando las cosas parecen ir mal, no abandonan, ni dejan las cosas a medias.
Se buscan seres humanos que sean cándidos, amables, pero que tengan dominio propio. Que con humildad reconozcan que el principio de toda fuente de amor y sabiduría está en la búsqueda y el reconocimiento de Dios.

Personas que puedan tener la certeza de que la luz siempre sobresale y prevalece aún en medio de la penumbra más grande. Seres humanos que ante la indiferencia, incomprensión y el desamor, sigan creyendo que el amor es el antídoto para cualquier mal que aqueja a esta sociedad y que Cristo es la solución para cualquier problema.

El poder del perdón de Cristo

Vuélvete… dice el Señor; no haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo, dice el Señor, no guardaré para siempre el enojo. Jeremías 3:12
Vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Isaías 55:7

Pedro, discípulo de Jesús, pensaba que amaba a su Maestro más que los demás. Sin embargo lo negó tres veces consecutivas (Lucas 22:54-62). Luego, unos días después de la muerte y resurrección del Señor, Pedro y otros discípulos fueron al lago a pescar. De repente, Jesús se acercó. Juan fue el primero en reconocerlo y dijo a Pedro: “¡Es el Señor!” Juan 21; 7. E inmediatamente Pedro se echó al agua para ir al encuentro de Jesús lo más rápido posible.
¿Había olvidado que acababa de negar a su Maestro? ¿No tenía vergüenza? ¿No hubiese hecho mejor manteniéndose alejado y presentarse en último lugar? No, al contrario, Pedro se apresuró a reunirse con Él, porque Jesús ya había tenido un encuentro con él en privado (Lucas 24:34) y le había asegurado su total perdón. Su actitud no fue inoportuna, pues dio testimonio de la confianza que tenía en el amor de su Maestro.

Creyentes, esto puede darnos ánimo si nos hemos comportado mal, si hemos pecado. Es triste deshonrar al Señor cuando conocemos su amor. Pero si después de haberle confesado nuestro pecado, nos mantenemos alejados so pretexto de que somos indignos de acercarnos, dudamos de Él. Es como escuchar la voz de Satanás, quien trata de mantenernos lejos de Aquel que perdona y quiere restaurarnos.
¡Acerquémonos a nuestro Salvador con confianza y humildad, con la valentía de la fe, pues Él nos ama!

Compartir lo que hemos recibido

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. 2 Corintios 1: 3-4
Resultado de imagen de Compartir lo que hemos recibidoEl señor está siempre dispuesto a mostrar a los pecadores arrepentidos su gracia y su verdad; está listo para concederles perdón y amor; y demanda que los que han sido bendecidos por su compasión revelen esta misma misericordia y amor hacia los demás; pues ello equivale a hacer «las obras de Cristo», a «guardar los mandamientos de Dios» 1 Corintios 7: 19). Aquellos que muestran verdadera gratitud, glorifican a Dios cuando lo aman sobre todas las cosas y aman a su prójimo como a sí mismos. Manifiestan el hecho de haber recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu de Dios. A través del conocimiento adquirido por la experiencia, saben cuán bueno es lo que Dios gratuitamente les ha dado, pues han sido iluminados por el Espíritu Santo. Se ocupan de su «salvación con temor y temblor», conscientes de que es Dios el que obra en ellos tanto «el querer como el hacer por su buena voluntad» (Filipenses 2: 12, 13, RVC). Cristo mora en el alma del creyente como un pozo del que mana vida eterna.

¿Está todo bien?

Él comenzó a garabatear algunas palabras en un papel. De repente, desvió su mirada hacia un lado y vio una pequeña nota escrita por su esposa. Cerró los ojos y lo visitaron imágenes de su memoria: vio a su hijo, de apenas cuatro años, que estaba acostado en la cama a causa de una fiebre fatal. Las imágenes lo transportaron a su ciudad, arrasada por un gran incendio. En un abrir y cerrar de ojos, vio que todos sus negocios e inversiones, fruto de mucho trabajo, desaparecían.
Resultado de imagen de Horatio G. SpaffordObservó también la imagen de su esposa junto a él, proyectando un largo viaje en barco. Ella iría antes con las cuatro hijas y él lo haría después de cerrar un negocio importante. Aún podía sentir aquellos abrazos tan amorosos que intercambiaron cuando se despidieron. Miró de nuevo y leyó detenidamente aquella nota, que decía: «Estoy a salvo, pero sola». Las lágrimas surcaron su rostro mientras pensaba en aquellas palabras.
El barco que llevaba a su familia colisionó con otro en alta mar y 226 pasajeros perdieron la vida; entre ellos, sus cuatro hijas. Solo su esposa había sobrevivido. Él enjugó sus lágrimas, continuó escribiendo y, así, Horatio G. Spafford, un abogado cristiano de Chicago, escribió en noviembre de 1873 uno de los himnos más bellos del cristianismo: Estoy bien con mi Dios. Sumido en un profundo dolor, compuso estos versos:
De paz inundada mi senda ya esté, o cubierta en un mar de aflicción, cualquiera que sea mi suerte, diré: ¡Estoy bien, tengo paz, gloria a Dios!
Puede que hayamos conocido personas que pasaron por situaciones parecidas. ¿Cómo ofrecer refugio y ánimo a aquellos que sufren? ¿Cómo ayudar a alguien que perdió su empleo o a un familiar, o que hoy enfrenta una grave enfermedad? Mientras sufría, el autor del Salmo 77 cuestionó: «¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá más a sernos propicio? ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa?» (versos 7-8).
El motivo de la pregunta del poeta era descubrir por qué estaba siendo probado. Es una reacción natural de los que están pasando por pruebas.

miércoles, 26 de abril de 2017

¿Es tu Dios?

“Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios” (Juan 19:7). 

Los judíos rechazaron a Jesús como su Dios y su Rey. Cuando los magos vieron su estrella en el Oriente, vinieron a Jerusalén en búsqueda del nuevo Rey. Entonces Herodes preguntó a los líderes espirituales de Israel dónde había de nacer el Cristo, y ellos contestaron acertadamente que en Belén de Judea. Lo sabían. Pero no se acercaron a Belén a verlo. Este es un dato importante. ¿Por qué no querían conocer a su nuevo Rey, a su Mesías? Porque ya tenían su religión montada a su manera y no querían que Jesús les estorbara. No tenían espacio para Dios en su fe. No tenían ninguna necesidad de Dios en su religión. Dios era un estorbo. Si Él asumiese su legítimo lugar en su práctica religiosa, desmontaría su sistema, y no lo querían. Tenían sus propios dioses y no querían que el verdadero Dios les desbancara.
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Bien, antes de condenarlos, debemos echar un vistazo a nosotros mismos. Las pretensiones de Jesús como nuestro Dios significan que tenemos que abdicar el trono de nuestra vida y dejar que Él reine como Dios. Significa la renuncia de nuestra voluntad y la aceptación de la suya. Significa una obediencia y un sometimiento a su autoridad. Aunque reconocerlo como nuestro Dios es costoso. Para Jesús, reconocer al Padre como su Dios le costó la obediencia hasta la muerte de cruz. Los mismos principales sacerdotes y los escribas del pueblo lo habían dicho cuando citaron la profecía acerca de dónde nacería: “Y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un gobernante, que pastoreará a mi pueblo Israel” (Mateo 2:6 y Miqueas 5:2, LBLA). Igual que el súbdito del reino tiene que ser gobernado por el gobernador, y la oveja tiene que obedecer al pastor, el creyente tiene que ser gobernado por su Rey y guiado por su Pastor. Busca su guía y la sigue; se somete voluntariamente a su autoridad. Su gobierno no es impositivo, sino un libre rendimiento de mi voluntad a la suya.

Jesús fue crucificado porque los líderes religiosos no lo querían como su Rey, ni su Pastor ni su Dios. Los judíos en su acusación de Jesús ante Pilato dijeron: “Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios” (Juan 19:7). Su divinidad está implícita en este título; le rechazaron como su Dios. Bien dijeron: “nosotros tenemos una ley”, porque era su derivación de la ley de Dios, pero no era ley de Dios. Ellos tenían sus leyes, su sistema, su religión y su dios, pero éste no era el Dios verdadero, sino uno creado a su medida, para sus propósitos. ¡Que Dios nos ayude a no hacer lo mismo! ¡Que dejemos espacio en nuestra religión para Dios! Y que sea su ley la que rija en nuestro corazón y nuestra vida.