
Como en todas las cosas, el propósito sobresaliente de Dios es que seamos transformados más y más a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29). Esta es la meta del cristiano, y todo en la vida, incluyendo las pruebas y tribulaciones, está diseñado para permitirnos alcanzar esa meta. Es parte del proceso de la santificación el ser apartados para los propósitos de Dios y equipados para vivir para Su gloria. Se explica la manera en que las pruebas logran esto en 1 Pedro 1:6-7: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.” La fe del verdadero creyente se reforzará mediante las pruebas que experimentamos, para que podamos descansar en el conocimiento de que es real y va a durar para siempre.
Las pruebas desarrollan el carácter piadoso, y eso nos permite “…gloriarnos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5:3-5). Jesucristo fue el ejemplo perfecto. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8). Estos versículos revelan aspectos de Su propósito, divino, tanto por las pruebas y tribulaciones de Jesucristo como por las nuestras. El perseverar comprueba nuestra fe. "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13).
Sin embargo, debemos procurar NO excusarnos nunca por nuestras “pruebas y tribulaciones”, si son el resultado de nuestra propia maldad. "Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno." (1 Pedro 4:15). Dios perdonará nuestros pecados, y los de ellos, porque el castigo eterno ha sido pagado por el sacrificio de Cristo en la Cruz. Sin embargo, todavía tenemos que sufrir en esta vida las consecuencias naturales de nuestros pecados y malas decisiones. Pero Dios usa incluso los sufrimientos para moldear y formarnos para Sus propósitos y nuestro último bien.